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El tiro por la culata

Por: pardila


No sorprendería que durante su visita a Colombia, la secretaria de Estado Condolezza Rice le haya sugerido al presidente Uribe que no se siga refiriendo al conflicto armado colombiano como “terrorismo”, porque con ello no solamente le puede estar causando problemas estadísticos graves al Departamento de Estado, sino que además está contribuyendo significativamente a poner en evidencia que los Estados Unidos están perdiendo la guerra en ese frente.

No es broma. Informa el Washington Post en su edición del 27 de abril que el Departamento de Estado que ahora dirige la señora Rice ha decidido no dar a conocer a la opinión pública las estadísticas de su informe anual sobre terrorismo mundial –en contra de toda la tradición y los principios constitucionales atinentes al derecho a la información--, porque durante 2004 los incidentes serios de esa naturaleza (655) se triplicaron frente a los ocurridos el año anterior (175).

Si las cifras anteriores se conocen es porque fueron reveladas durante una sesión informativa dirigida exclusivamente a los asesores de los miembros del Congreso. De allí se filtró, entre otras cosas devastadoras para la administración Bush, que en el caso específico de Irak los actos de terrorismo se incrementaron de 22 en el año 2003 a 198 en 2004 (número que no incluye ataques contra personal militar uniformado), es decir, un aumento del 800 por ciento. Esto contradice de plano las afirmaciones de la Casa Blanca acerca de que en ese país la situación se ha estabilizado en forma notable desde que las fuerzas invasoras transfirieron el poder a los iraquíes el verano pasado.

No es la primera vez que se presentan este tipo de situaciones comprometedoras. Ya en abril de 2004, el antecesor de la señora Rice, Colin Powell, había pasado la vergüenza de tener que devolver el informe anual para que fuera revisado, después de admitir que las estadísticas estaban significativamente subestimadas. Una vez se tomaron en cuenta las críticas de los analistas externos que así lo demostraban, en la segunda versión del informe la cifra oficial de víctimas civiles de ataques terroristas se duplicó frente a la original presentada al Congreso.

Revela el Post que precisamente una de las explicaciones que han dado ahora los asesores del Presidente Bush para justificar el impresionante aumento registrado a lo largo de 2004 es que actualmente se está utilizando una metodología más inclusiva para contar los incidentes, lo cual “complica significativamente las comparaciones de un año a otro”. Obviamente que las complica, en especial si se considera que la línea de referencia para contabilizar lo ocurrido ya es de por sí dudosa, como lo comprueba el fiasco originado en las cifras de 2003. A lo anterior se suman los problemas que puede crear la definición empleada por el gobierno de los Estados Unidos, según la cual, ataques terroristas significativos son aquellos “que causan heridos o muertos civiles o daños sustanciales a la propiedad”. Definición sumamente peligrosa en un mundo donde abundan los conflictos armados internos, y donde se ha puesto de moda privarlos de su especificidad para clasificarlos bajo el genérico de “terrorismo” y proceder en conformidad. Por supuesto que en ello caben Chechenia, Colombia, el conflicto histórico entre Israel y Palestina, y un largo etcétera.

Entre lo poco que se dio a conocer sobre los datos que estarán ausentes del informe del Departamento de Estado una vez se haga público la próxima semana, no aparecen reseñadas cifras específicas sobre Colombia. Pero no es arriesgado aventurar que, si se aplica rigurosamente la definición citada, el aporte del país al aumento de los incidentes de terrorismo mundial no será nada despreciable, lo cual crea una perversa paradoja. Y es que si bien es cierto que la administración Uribe puede demostrar que este tipo de incidentes ha exhibido una clara tendencia a la baja en el territorio nacional desde 2002, una vez pasan a engrosar las cifras del Departamento de Estado sobre terrorismo mundial, contribuyen sustancialmente a magnificar la derrota que parece estar sufriendo el gobierno de los Estados Unidos. Esto sucede justamente porque en Colombia los actos de terrorismo (como los de San José de Apartadó y Toribío, para mencionar sólo dos de los horrores más recientes) no se dan en el vacío ni son imprevisibles (como los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos o el que sufrió Madrid el 11 de marzo de 2004), sino que hacen parte de un conflicto armado interno mucho más amplio y complejo que nos ha venido desangrando por más de 40 años y que requiere ser tratado de acuerdo con su naturaleza.

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