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Crónicas Marcianas: Praga

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Los lingüístas definitivamente a algún fenómeno extraño le pegaron, porque el idioma definitivamente está estrechamente ligado a la cultura. No es sino oír el Checo y deambular un poco por las calles de la capital para entender por qué estos tipos resultaron comunistas. Esas largas secuencias de consonantes impronunciables claramente iban a evolucionar en algún tipo de vocablo como camarada, capital, y cosas de esas. Naturalmente el referente más cercano que tiene uno en Colombia son los malos de películas ochenteras, y aquellos que reconocemos disfrutar del cine pornográfico encontramos en la erre mal pronunciada un fetiche quinceañero. Desafortunadamente hay tanto turista que es difícil ver checas, aparte, claro, de las hermosas meseras a quienes morbosamente intentaba hacer repetir varias veces en cualquier idioma la preparación del arroz blanco. Desafortunadamente, la comida checa se compone más de pato, cerdo y papa, y no como uno imaginaría, de pizza a domicilio y fresas con crema y chocolate. Pero bueno, una oportunidad más para ver cómo los fetiches son tan culturales como el idioma, y que una preparación de repollo bien nombrada y con pronunciación correcta puede resultar afrodisiaco.

El turismo, en todo caso, también saca la cara: si bien es cierto que Praga más parece un Epcot Center con muchos artistas callejeros, y cafecitos tipo la zona T, las mujeres que atrae no están mal en absoluto. Esto lo escribo, valga la aclaración, porque hace bastante leí una columna de Santiago Gamboa en la que narraba la primera vez que vio una mujer checa, en la que describía lo muy sensuales y demás que eran estas mujeres. Yo no puedo asegurar haber visto muchas, porque más de una vez que pensé ver una lugareña espectacular el destino me sorprendía con una angloparlante, o peor aún, una mexicana. Peor aún, cuando veía una mujer hermosa hablando una lengua extraña, ¿quién me asegura que era checo lo que hablaba y no, por ejemplo, ruso? A mi, probablemente por mis aires primermundistas, me confundían con italiano, luego es de suponer que yo puedo cometer el mismo error al identificar sus idiomas. Con el respeto que merece Santiago Gamboa, creo que cometió un error de percepción, un poco infantil, aunque claro, nublado por lo más excelso de la belleza europea: lo que atrae de estas mujeres no es que sean checas, porque eso, con el respeto que merece, no lo puede saber uno sino viendo el pasaporte (y eso). La chequeidad, por decirlo de alguna manera, no es una condicion perpetua dada por el lugar de nacimiento. No. No es algo permanente. Es un estado, como el de Macarena, la española que conocí en una conferencia, que más que mujer era una potra que inspiraba la canción y muchas otras cosas. Yo, por supuesto, no hice el chiste de rigor del que ya debe estar aburrido. Me gusta pensar que fue por eso, porque ya debe estar mamada de que se lo hagan, pero en realidad, fue porque su belleza en Praga resultó intimidante. No por ella, porque la amable Macarena es potra en Praga o en su lugar de nacimiento. La chequeidad, como tantas otras cosas de la vida, no está en el objeto sino en el ojo que la mira. Por lo menos de la que yo acá hablo y de la que también habla Gamboa. Resulta entonces afortunado que podamos nosotros, los que vimos tanto porno cuando niños, viajar por el mundo y ver de primera mano nuestros fetiches geográficos.
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3 comments

Anonymous said...

está casi bien escrito, revíselo...

Anonymous said...

Qué bien volver a tener con nosotros las crónicas marcianas. La verdad es que ya me hacían falta, aunque no con eso quiero que piense que me alegra que esté lejos de las tierras bogotanas.

FZ said...

Me alegra volver a escuchar las cronicas marcianas. Y ojala siga degustando de sus fetiches geeograficos, que me parecen ya son imaginarios colectivos, incluso de quienes no han disfrutado de una tradición pornografica.

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