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Efecto Ola

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Hace ya un tiempo se cerraban en Colombia las inscripciones para el plan pioneros que prometía ser novedad en las telecomunicaciones nacionales. El éxito arrollador hizo que la empresa fuera considerada en el mundo como uno de los ejemplos más claros de crecimiento empresarial en una entidad prestadora de servicios. En la misma década fueron aprobados en las urnas, con índices sin precedentes, proyectos de gobierno considerados opuestos para los que pueden ser los dos puestos de elección popular más importantes. Parecería, entonces, que encarnar la tierra prometida es lo único necesario para triunfar en la coyuntura actual, siempre y cuando sea una promesa de algo jamás antes visto. Surgen preguntas, ¿tiene, entonces, algún mérito la empresa Ola si su éxito se fundamenta en el desconocimiento de las masas sobre el servicio que compraban? ¿Es válido defender un programa de gobierno que se vota por moda y en profundo desconocimiento? ¿Cuál es la promesa venidera?

Lo curioso es que los argumentos para descalificar tanto a Lucho como a Uribe son los mismos que hubo en su momento para apoyarlos. Que uno es paramilitar, que no oye a nadie, y que es mesiánico, mientras que el otro es pasivo, populista, y no hace nada más que dar comida. ¿Por qué sorprende eso? ¿No era esa la tierra prometida hace unos años? Pan y circo para el pueblo, y guerra para el campo. Y bueno, ni hablar de fútbol, porque no se puede decir nada de un país que repite voluntariamente la era Maturana. La estrategia misma de quien cambia en póquer toda la mano. Una vida irresponsable y sin sentido, esperando que una jugada gloriosa nos salve en el último momento. El orgullo patrio por la malicia tropical que justifica una vida sin método. Y entre tanto, vuelve el narcotráfico. No es sino ver las calles bogotanas para identificar cada vez más discotecas para escoltas y burbujas 4x4. Una nueva bonanza de las remesas del extranjero que todos disfrutamos y que nadie cuestiona. Una tierra prometida que sólo cuesta tener algo de vista gorda. La nueva promesa, una nueva tierra que se hace realidad a cada instante. Una moderada convivencia con la bestia, con una nueva bestia que evidentemente promete desbordar, como las anteriores, a sus benefactores.

Y a diferencia de las otras, será una promesa adelantada. Cuando se haga, ya será un hecho, y la tierra prometida será cada vez más distante. La reelección y la guerra ya no son promesa ni tampoco alternativa. Uribe se cae de su propio peso. Lucho, jamás logró arrancar nada. Lo único que parece estar seguro es que los colombianos acudiremos masivamente a las urnas a votar por algo que desconocemos.

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1 comment

Carolina Isaza said...

Tiene toda la razón. Es típico de los colombianos vivir la vida de manera irresponsable, sin pararse a pensar por qué hacen las cosas, siguiendo la corriente.
Y después quejarse porque todo salió mal, porque nada cambia, y echarle la culpa a los demás o a los dioses por sus propios errores de juicio.

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