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SON VOCES DEL PASADO

(Tomado de: http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/letra-l/liberal/cap1.htm)

Bogotá, julio 6 de 1826.

A S.E. el Libertador Presidente, General Simón Bolívar.

Mi general:

He recibido dos cartas de usted, una de 23 de abril y otra del 7 de mayo. No sé por qué habiendo llegado el correo, no haya recibido usted carta mía, pues no sólo le he escrito frecuentemente sino que le he escrito muy largo y detallado. El Perú ha dado dos pasos decisivos hacia el orden y estabilidad en declarar írritos los poderes de los diputados, que los tenían contra el tenor de la ley fundamental, y en fusilar a Berindoaga. Todos los hombres patriotas y de luces de esta capital han aplaudido ambas medidas. Es imposible que con paliativos y providencias a medias se consoliden los Estados nuevos.

Siento mucho que el señor Pando le haya llevado noticias tan exageradas. Morales estaba en Madrid por fines de marzo; en la isla de Cuba no hay tales 14.000 hombres enviados de la Península; el gobierno activa infinito la remisión de 8.000 para expedicionar contra el Estado americano que presente ventajas a la empresa; la escuadra española es fuerte, más que la nuestra actual; pero esperamos un navío y una fragata de 44, y ya está convenido el Gobierno mejicano en reunir nuestras fuerzas navales para buscar las enemigas que se hallan en estos mares, y entonces seremos más fuertes numéricamente y por la calidad de oficiales y marineros. Es falso que Méjico esté negociando la paz por sí solo; el presidente Victoria oyó con disgusto a Santamaría cuando le propuso unir sus esfuerzos a los del Gobierno colombiano para el armisticio con el de España; la Santa Alianza ha perdido mucho su fuerza con la muerte de Alejandro; la Francia protesta nuevamente su neutralidad. Lo único que hay de cierto y de nuevo en toda la relación de Pando, es la inobediencia de Páez, suceso que nos tiene afligidos, no porque temamos que tenga éxito su rebelión ni que sea capaz de reunir un gran partido, sino por el descrédito que nos resulta en el exterior, y por el entorpecimiento que ha opuesto a la brillante marcha interior que llevaba la República.

Yo he detenido la carta de usted a Páez en que le respondía a su propuesta de imitar a Napoleón, porque llegó a tiempo en que había sido llamado por el Senado para ser juzgado, y temí que dicha carta le corroborase cualquier deseo de insubordinarse. También he detenido otra carta de usted venida en este correo, porque no puede ya llegar a tiempo. Avísolo para su gobierno.

Ya usted sabrá que ni Urdaneta, ni Bermúdez, ni Guerrero han avenídose a la insurrección de Páez: que los departamentos en donde mandan dichos generales permanecen unidos al Gobierno, con excepción del Bajo Apure; y que los pueblos de Venezuela no han tomado más parte en esta infame rebelión, que la de someterse a la fuerza del mando de Páez. Hasta ahora voy logrando mi plan, que es el de reducir la insurrección al menor círculo posible y a la menor expresión. Jamás culparé al ejército ni a los pueblos de Venezuela, pues en todos sus actos he visto que no han tenido otro partido que elegir que el de ceder a la fuerza armada. Así lo declaro en el excelente manifiesto que se está trabajando para dar cuenta a la nación. Por ahora y mientras que acabo de conocer la opinión pública, y sé el partido que usted tome en estas terribles circunstancias, me he limitado a declarar nulo todo cuanto se haga por virtud de la autoridad de Páez como jefe civil y militar de Venezuela, y a manifestar que aquel departamento está oprimido por una insurrección militar. Yo soy amigo de las leyes por convencimiento, y las sostendré como ciudadano; soy militar, y debo sostenerlas en calidad de tal; soy magistrado y actualmente el primer magistrado de la República, y mi deber es morir en la demanda sosteniendo el régimen constitucional. Prefiero ser víctima de la rebelión, a que la República y el mundo liberal me tilden de traidor. En mi opinión, cediendo yo a la insurrección de Páez o disimulándola, sería tan delincuente como Torretagle y Berindoaga. Napoleón aturdió al mundo con sus hazañas militares y el mundo lo llama usurpador y tirano; y todo hombre liberal al recordar estos títulos, olvida las glorias militares de aquel gran capitán y hombre de Estado. Si no temiera envolver a Venezuela y Nueva Granada en una guerra de localidades, que sería tan funesta al país como la de Cartago y Roma, ya estaría reuniendo un ejército para hacerlo marchar contra Páez; pero amo mucho a los colombianos, amo infinito a este país, y temo que vayan a perderse los esfuerzos de dieciséis años dirigidos a buscar la paz bajo un régimen legal e independiente de España. Por eso me voy conduciendo con prudencia y circunspección, esperando a que la fuerza moral sea la que reprima la insurrección, y a que tome un partido capaz de asegurar la integridad de la República, el imperio de la constitución y la paz más cordial entre todos los pueblos de Colombia. Remito a usted una copia de la carta confidencial que le he escrito a Páez. Este paso me pareció preciso para tranquilizar mi corazón, y robustecer mis medidas, haciéndolas no sólo justas sino populares.

En el oficio de Páez a usted, escrito por el animoso Peña, me han llenado de groseros e inmerecidos insultos. Usted sabe cuál ha sido mi conducta con Páez, con Venezuela y con toda la República; sabe a cuáles disposiciones del Congreso he recurrido, y a cuáles me he opuesto; sabe mi repugnancia a que se acusase al general Páez, y los pasos que di para impedirlo, y sabe, en fin, que mi carácter es franco y sincero. Yo espero que usted me haga la debida justicia, si le responde, y si no, en cualquier acto público, pues mi honor como magistrado puede padecer por estas indignas venganzas del doctor Peña. Usted es justo, y hace justicia sin consideraciones humanas. Esta confianza me anima y consuela en el presente caso.

La idea de una federación entre Buenos Aires, Chile y Bolivia es muy bella; pero como Buenos Aires y Chile son tan poco amigos de Colombia, sería una potencia que siempre nos estaría amenazando. La federación entre Colombia, Perú y Bolivia que parece un poco impracticable y si lográsemos que la antigua Venezuela permaneciese unida a Nueva Granada, se podría pretender una federación entre Colombia, Guatemala y Perú, y ojalá que siquiera venga a quedar Venezuela federada con Nueva Granada y Perú, sin haber pasado por una guerra interna. Creo que un imperio del Potosí al Orinoco sería muy fuerte y poderoso, y que nos reconciliaría con la Europa, aunque fuese un germen sempiterno de guerras entre monarquistas y demócratas. Voy a hablar a usted con mi corazón en las manos y con toda la franqueza y sinceridad de mi carácter y de la generosa amistad de usted.

¿Quién es el emperador o rey en este nuevo imperio? ¿Un príncipe extranjero? No lo quiero, porque yo he sido patriota y he servido dieciséis años continuos por el establecimiento de un régimen legal bajo las formas republicanas. En mi posición, y después de que he logrado una mediana reputación, sería la mayor iniquidad traicionar mis principios, y faltar a mis protestas. ¿El emperador es usted? Obedezco gustoso y jamás seré conspirador, porque usted es digno de mandarnos, porque nos gobernará según las leyes, porque respetará la opinión sana del pueblo, porque es justo, desinteresado, filantrópico, etc., etc., etc. Y después de su muerte, ¿quién es el sucesor? ¿Páez? ¿Montilla? ¿Padilla? A ninguno quiero de jefe supremo vitalicio y coronado. No seré más colombiano y toda mi fortuna la sacrificaré, antes que vivir bajo tal régimen. Para el imperio en manos de usted, no daré jamás mi voto, aun cuando fuera usted capaz de querer ser emperador, porque no estoy dispuesto a sacrificar mis principios; pero por adhesión a usted, por el amor y gratitud que le debo, y por todo lo demás que he manifestado antes, sería su más fiel súbdito y su más fiel servidor.

Yo no imagino que usted sea capaz de entrar en tal plan, porque sería tener muy mezquina idea de toda la grandeza e inmensidad de su gloria y reputación. Por otra parte, usted me ha dicho cien veces que morirá republicano y que se irá de América antes que abrazar semejante partido, y yo lo creo firmemente porque ninguno mejor ni más que usted puede pesar toda la pérdida que va a hacer en tal caso en la opinión del mundo, y a todo lo que expone su inmarcesible gloria y su inmaculada reputación. Sí, mi general, sea usted siempre republicano, el mismo Bolívar que nos ha dado patria, y usted vivirá eternamente en la posteridad y en los corazones libres, elevado sobre cuantos verdaderos héroes reconoce la historia y admira el mundo.

Perdone usted, mi amado general, si he proferido alguna expresión que desdiga del bien acreditado concepto de usted, y del respeto que le debo. Mi amor a la libertad me ha guiado, y mi amor hacia usted me ha forzado a expresarme con tanta libertad. Todos los buenos patriotas, que no son pocos, tienen fijas sus miradas en usted como en un nuevo Libertador, que nos ha de rescatar del poder de los principios monárquicos.

Me parece que usted debe contar a todo trance con Urdaneta, Bermúdez, Carreño, Padilla y todos los pardocratas para oponerse a los planes monárquicos de Páez y Carabaño. Páez se imagina ser el príncipe reinante en Venezuela y por eso está tan embullado. Montilla no reconoce semejante reyezuelo. Quizá han pensado en ganarme ofreciéndome el principado de Cundinamarca; pero yo vivo más contento de ciudadano en un régimen en donde nada hay vitalicio y las leyes tienen vigor por su propia fuerza.

Deseo mucho, mucho hablar con usted antes que vaya a Venezuela. Importa, pues conociendo el país colombiano y a muchos hombres, puedo darles informes oculares y cuantas noticias usted quiera. La escuadra española, compuesta de un navío de 74, dos fragatas de 50 y dos de 44 y una goleta, ha estado el 9 frente a Santa Mafia, y el 14 frente a Cartagena. Esto no es cosa de cuidado.

Soy de usted, mi general, su más agradecido servidor y fiel amigo,
F. de P. Santander

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