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La secta

Historia de la vida real

Hace unos años vino de visita una amiga que había salido a estudiar fuera de Colombia. A su llegada hicimos una fiesta digna de cualquier bienvenida, y por la cual compatriota que se respete ha pasado, se como homenajeado o como pato.

Lo curioso es que era diciembre. A eso de las 2 a.m. decidimos llevarla al centro para que viera la iluminación tan linda de la Plaza de Bolívar, y ya en el centro, decidimos llevarla a que viera la universidad en la que la habíamos conocido.

En el parqueadero de Los Andes encontramos varios andamios con pantallas gigantes en las que se podían ver las líneas gruesas de colores que cualquier persona que haya vivido los ochentas tiene en la memoria. Eran tres pantallas en total, dispuestas de manera que formaban tres partes de un cuadrado (o rectángulo, pero la figura geométrica es lo menos importante del caso). En los andamios, además de pantallas había tarimas en las que había gente. Con túnicas como las del KKK, o como las de Eyes Wide Shut. Desafortunadamente no estaba Nicole Kidman, ni había mujeres empelotas por todos lados. No había una orgía, ni nada parecido. Sin embargo, la escena era suficientemente extraña como para que cualquier persona se sintiera intimidada. Nosotros, adolescentes borrachos, al mejor estilo de las películas de terror decidimos sacar la cara por la ventana para gritar, "¡¡¡Satán!!!". Lo que sigue en cualquier película es que el grupo se baja del carro, salen a correr cada uno por un lugar diferente pero todos desolados y oscuros, y mueren todos menos los que protagonizan la historia de amor.

Afortunadamente fuimos estúpidos, pero no tanto. Después de gritar nos dimos cuenta de que unas personas reunidas en el parqueadero de Los Andes, a las 2 a.m. de un día entre semana estaban cuando menos tan locos como la mujer que vendía Frunas, y huimos.

Nunca jamás supe qué demonios fue lo que vimos ese día, pero todavía me lo pregunto. Es importante aclarar que, aunque en el grupo había ciertas personas dadas al consumo de sustancias sicoactivas, estábamos todos relativamente cuerdos. Sobrios, por lo menos. En todo caso, es importante que después de la historia quede claro que no es prudente acercarse a los parqueaderos de las universidades a altas horas de la noche.

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