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El Síndrome de Borges

Debe ser muy duro alcanzar el reconocimiento como figura pública y que después cualquier cosa que uno haga la celebren y uno se la crea. Lo triste de Santiago Gamboa es que se monte en esa posición él sólo, sin ayuda.

Vale la pena leer elpost del Agente Naranja a propósito de la última columna del escritor, no sólo porque esté bien escrita y no sea una secuencia de insultos (como muchos otros posts que se encuentran en la web) , sino además porque la mejor manera de sabotear una iniciativa tan estúpida no es atacarlo sino divulgar sus propias palabras.

Yo, personalmente, me siento en la obligación moral de hacerle saber a Santiago Gamboa que todavía no es un escritor consagrado. Que si bien es cierto que tiene libros buenos y que parecen ser de un escritor maduro, también tiene otros en los que se ve una arrogancia que desborda las virtudes y hambre por ser un escritor universal. Que los lectores colombianos esperamos tanto un libro donde compile sus columnas tanto como uno de Poncho Rentería. Que sus libros, Cerco de Bogotá y Jaque Mate (a cuatro manos, con el coronel Rosso José Serrano) son un claro ejemplo de que él no habla desde una cima y que tienen más valor como reserva ante una crisis de papel higiénico que como literatura.

Es cierto que quienes escriben en los blogs tienen un delirio de escritores y un sueño frustrado de columnistas, pero él no es muy diferente, y sobre todas las cosas, no es él la figura que perseguimos. Que ojalá en uno de esos ejemplos de egolatría que seguro tiene ponga su nombre en Google lea uno de los muchos posts que seguro habrá suscitado tanto su columna como su obra. Es probable, inclusive, que esa sea la causa de su columna, pues hemos visto que no recibe bien los comentarios y que no es muy docto en la autocrítica. Pero lo más importante es que entienda que para hablar con la arrogancia con la que habla y oponerse a la dinámica del mundo hay que ser muy grande (como Chaplin cuando se opuso al cine con sonido), o muy tarado, y que él, está muy lejos de ser grande así que mal no le vendría un tono más humilde. Sería bueno que Gamboa dejara de personificar el rol del escritor, dejara de perseguir una gran obra que lo consagre, y se sentara a hacer lo que dejó pendiente con sus libros Páginas de Vuelta, Perder es Cuestión de Método, y Vida Feliz de un Joven Llamado Esteban: madurar como escritor.

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