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Iconos patrios

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Ática, año 508 a.C. Nace a manos de la reforma de Clístenes uno de los hijos bobos de la humanidad: la democracia. Como cualquier hijo bobo, tiene alguna gracia. Los esfuerzos son conmovedores. Las desgracias, como dice Woody Allen, con el tiempo hemos aprendido a verlas con humor, y en últimas, de todos los hijos bobos es para muchos uno de los más prometedores.

En Atenas, no sé si en otros intentos democráticos, existía una figura bastante interesante para asegurarse de que no regresara el hijo mayor de la humanidad, la tiranía. El ostracismo -o seguro contra los Uribes de otrora- era básicamente una reunión en la que la Asamblea votaba el destierro de quien tuviera tanto poder como para que hiciera peligrar la democracia.

En una ocasión, por ejemplo, iban a votar el destierro de Arístides. Un ciudadano analfabeta, sin conocerlo se acercó y le pidió que le escribiera "Arístides". Éste, al ver que no lo habían reconocido, se limitó a preguntarle al hombre qué mal le había hecho Arístedes y por qué quería su destierro. El hombre respondió, palabras más, que no, que él ni lo conocía, sólo que estaba aburrido de que todo el mundo lo llamara "el justo".

La historia, con humor negro, cuenta con elocuencia los miedos que suscita el hijo bobo. El más grande, sin lugar a dudas, que una vez el poder en el pueblo tomaran la decisión menos adecuada.

Obviamente el pueblo es sabio. Como Google, está a la vanguardia del conocimiento humano, y al cabo de un poco tiempo de instaurada la democracia los atenienses decidieron invadir una de las ciudades del imperio Persa por cuestiones de celos profesionales (algo así como si Colombia invade Miami porque Chavez dice que los norteamericanos son personas malas).

Darío, rey de los Persas, decidió tomar represalias contra Atenas tan pronto como le fuera posible. En el segundo intento (el primero fue un fracaso), movilizó casi tres veces más las tropas que pudo juntar la democracia griega. Fue derrotado por el ímpetu del ejercito helénico en la memorable batalla de Maratón. Sus tropas, en una astuta reflexión, decidieron retroceder a las naves y navegar hacia Atenas. Al ver las embarcaciones, supusieron, la ciudad entera (conformada por tres "demos") abriría sus puertas pues asumiría que el ejercito ateniense había sido derrotado en el campo de batalla.

Conscientes de esto, las directivas del ejercito ateniense (que por democracia debía rotar los periodos de mando de las tropas) decidieron mandar al mejor de los corredores para anunciar en Atenas que el ejercito había vencido y que debían resistir el hostigamiento hasta tanto llegaran las tropas.

Fidípides, desafortunado elegido, corrió sin detenerse la distancia de tres jornadas. Al llegar a Atenas tuvo apenas el aliento suficiente para gritar "nike" (victoria), y caer muerto por el esfuerzo. La ciudad resistió, llegó el ejercito y la expedición Persa fue un fracaso. En la actualidad recordamos la hazaña de Fidípides desde una profunda inconsciencia cada vez que se celebran las olimpiadas en la prueba que llamamos "maratón", y el pobre fue inmortalizado en una marca de ropa y calzado deportivo.

Nike, voz de victoria y último aliento de nuestro héroe (o mártir) de la democracia, es una de las campañas más exitosas de la historia. Hay que ser un freak total para no reconocer el chulito curvo de la marca, y en general todos hemos contribuido en la fortuna de los dueños de la fábrica.

Hace poco llegó a mi correo un mail diciendo que Juan Valdez compite por el premio a la marca en no sé qué festival publicitario, y que debía entrar a la página tal para votar por él. La verdad me parecería patético ver una organización griega para que votaran por la marca Nike en ese festival. Me parecería estúpido ver una campaña de los gringos en favor de Captain Crunch, el conejo de energizer o el hombre postre de Michelin. Todos ellos son la competencia, que amablemente nos piden ignorar en la federación de cafeteros para votar por un extranjero con alpargatas que vende el realismo mágico en bolsas de café.

Yo, no me identifico con el café. La zona cafetera me parece una ilusión del narcotráfico. Odio tomar tinto, y cuando me hacen el chiste de la droga fuera de Colombia no tengo más remedio que reírme porque tristemente es cierto. Pero más allá de todo eso, Juan Valdez me parece tan imbécil como Julito o el Profesor Yarumo, no me siento identificado, y Dejémonos de Vainas.

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1 comment

Saudade said...

Ese es el afán típico de los colombianos... no ve que tenemos el segundo himno más bonito del mundo? Y qué me dice de las esmeraldas, es que las de aquí si son muy bonitas, y las costas sobre los dos mares, y las mujeres hermosas...

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