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LOS INTERESES HISTORICOS: una propuesta.

Por: Jorge Morales Gómez.


Si bien es cierto que en los tiempos recientes se impone una historiografía que trascienda la épica y sus personajes, que vaya más allá de las glorias y los héroes nacionales, locales y regionales, que abandone el elogio per-se, y que más bien se dirija hacia procesos histórico-sociales, que vincule a otras ciencias sociales como la economía, la sociología y la antropología entre otras, no es menos cierto que esa necesidad es apremiante ante todo para el mundo de los académicos, de los historiadores de universidad, los que han escogido a esta ciencia social como su profesión y por ello ingresan a las universidades para seguir esa carrera en sus diversas etapas: pregrado, magíster y doctorado.

Pero qué ocurre con el otro cultivo de la historia, el que se interesa por los personajes, las epopeyas, las guerras de la Independencia y sus héroes y por los adalides de las contiendas civiles decimonónicas, por ejemplo, para el caso colombiano. Aquella que en el medio español y latinoamericano se asocia con las Academias de Historia, donde se riende culto a los próceres y a los fastos nacionales y cuyo elenco se conforma ante todo por aficionados a la historiografía, alejados un tanto del rigor de las teorías y los procesos investigativos de la vida universitaria ?

Pues lo que salta a la vista es que por estas latitudes se ven como dos corrientes irreconciliables, de muy distintos intereses que tienden a mantenerse separadas y que se hacen sendos reproches. La de carácter social, llamada pomposamente “nueva historia”, se enfrenta a la considerada “tradicional” y la critica porque no es explicativa de los hechos del pasado sino que los relata con parcialidad nacionalista. La tradicional le achaca a la nueva que no contribuye a la difusión de los valores patrios ni al orgullo nacional; que a pesar de su desarrollo en Colombia, es palpable el desconocimiento que los colombianos tienen de su historia, tanto tradicional, como nueva o analítica, lo cual es muy cierto.

Para tratar de poner las cosas en su sitio, es necesario reconocer en primer lugar, que sus intereses por el pasado son diferentes, y luego establecer que no toda la población nacional puede ser investigadora de la historia, aunque buena parte de ella sí se interese por la historia analítica. Entonces, ésta puede estar dirigida a los especialistas y a quienes sin ser historiadores se sientan atraídos por sus enfoques y resultados .Pero para el resto de ciudadanos y ciudadanas, es muy conveniente el conocimiento y hasta la fascinación por los hechos nacionales, no sólo los elogiosos, sino también los dramáticos y fatales para el desemvolvimiento de Colombia.

En países muy avanzados en investigación histórica, como los de Norteamérica y Europa (no toda), y que tienen centros académicos de gran calidad en análisis de los procesos históricos, esta actividad no está al alcance de los demás ciudadanos, ni siquiera hace parte, con la misma intensidad, de los pénsumes de educación escolar, primaria y media. Mas bien, en estos niveles se insiste en los hechos históricos narrados en forma episódica y destacando personajes. Por eso en dichos países, la población general tiene un buen conocimiento de la narración de su pasado. Y lo pueden transmitir a propios y extraños. Algo similar ocurre en México. Y por eso en parte, es que los mexicanos tienen fama de ser muy “nacionalistas”.

Pero aquí, que nos creemos más papistas que el Papa o queremos enseñarle al papá cómo se hacen los hijos, hemos hecho un galimatías que no ha producido ningún buen resultado. Muchos de los nuevos historiadores critican la historia tradicional, con justas razones, pero el conocimiento histórico, ni “nuevo”, ni tradicional o épico, está llegando a los escolares, ni aún a los universitarios, que son miles y miles. Entonces nos quedamos “sin el pan y sin el queso”. Es notoria y dramática la deficiencia de conoci- mientos históricos sobre Colombia y América latina que tienen nuestros bachilleres, universitarios y6 población en general. Antes, la gente conocía la historia episódica y se sentía orgullosa de muchos de sus elementos constitutivos, al igual que ocurre en la educación actual de esos países que comandan la investigación histórica; pero esa situación se acabó a partir de los setenta, porque sistemáticamente el Ministerio del ramo fue reduciendo las horas de Historia Patria.

Y es que no se puede olvidar que esa historia “patria” es la que contribuye a crear héroes nacionales y culturales, así tengan buena parte de ficción en su construcción. Pero así ha ocurrido en Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, México, etc. Se sigue educando en las “hazañas” de Juana de Arco, el Kaiser, la Reina Victoria, Pancho Villa, etc. Así se coadyuva a mantener un orgullo nacional. Pero aquí no lo tenemos, en parte porque los hechos que pudieran ser materia de ese prestigio no se enseñan ya. Y aunque la historia debe ser crítica en su enseñanza no debe descuidarse lo encomiable para soportar sentimientos de compromiso con esa construcción cultural que se llama nación.

Si además de que la realidad política actual es francamente conflictiva y angustiosa, no se rescata el origen de la colombianidad con sus glorias y fracasos, cómo queremos que haya sentimiento nacionalista. ¿Cómo le pedimos a los jugadores de fútbol de la selección, valga el caso, que sientan amor por su país y “la camiseta”, cuando además de que perciben el estado como el ámbito de corruptos, la historia gloriosa no la conocen?

En conclusión, no se trata de seguir profiriendo mentiras, sino de de mostrar las hazañas y demás hechos que nos distinguieron en el pasado, junto con los vergonzosos y sus explicaciones disponibles pero sin olvidar los que pueden dar orgullo. Eso para los niveles educativos primario, medio y general. El estudio crítico, especializado y analítico, debe estar circunscrito a la esfera intelectual que se encargue de divulgarlo y a los historiadores y demás científicos sociales en concreto. Pero ellos deben ser conscientes que ese enfoque no es para todo el mundo y que la tan decaída historia acontecimental debe reedificarse en aras de tener mitos de origen y sustentar un anhelaqdo sentimiento de orgullo nacional.

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