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Crónicas Marcianas: La contratacion distrital

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Dice Sergio de Zubiría que contratar con el distrito es una experiencia kafkiana. No sé si porque siente uno que lucha contra un aparato burocrático más allá de cualquier control humano, o porque se levanta uno y se siente uno como una cucaracha gigante que no inspira el más mínimo respeto dentro de los miembros de la familia. Algunas personas dicen que son las dos, pero en realidad, yo creo que Sergio está radicalmente equivocado. Contratar con el distrito es, en mi humilde opinión, algo así como leer una mezcla de Lewis Carroll (en ocasiones fantástica y en ocasiones aberrante) con Poncho Rentería. De Lewis Carroll, definitivamente el pasaje que más se aplica es aquella fiesta de té en la que el Sombrerero Loco y su compadre le comentan a Alicia cómo el tiempo se puso bravo con ellos y ya no volvió a pasar. Y no es que el Instituto tenga mala relación con el periódico. No. Es que tiempo, a pesar de lo que puedan decir los Santos, hay más de uno. Seguramente a Colombia le sucedió algo similar a lo acontecido en el capítulo de la fiesta del té por usar su nombre en vano, y el Tiempo no volvió jamás, y qué mejor prueba que una oficina pública para probarlo. Cada una tiene un ritmo propio, que nadie parece entender. Es inevitable pensar, cuando uno empieza a averiguar los requisitos, que uno es blanco que un programa de cámara escondida.

- Mira,- dice uno lleno de convicción- el papel del que me hablas ya lo saqué. Acá está.
- No,- contesta de manera muy paciente el contratista en cuestión, pues uno ya ha decidido dejar de hablar con funcionarios que sólo esperan su jubilación- ese es el RIT. También tiene que sacar el RUT.
- Y eso, ¿como para qué?
- Regulaciones. Lo dice la Ley tal.

Uno cree, porque no tiene más remedio. Vuelve después y se entera que además tenía que sacar el certificado disciplinario de alguna otra institución oficial. Parecería que toda la burocracia estatal es un engrasado sistema de alianzas estratégicas entre oficinas públicas, y no queda otra alternativa aparte de empezar a formular teorías de la conspiración en voz pasiva.

- Pero esto es el colmo. Seguro que con tanto certificado violan el principio de buena fe.
- ¿De Santafe?
- Eso mismo.
- Ah, no, eso sí no sabría porque a mí no me gusta el fútbol.
- Qué suerte tiene. ¿Qué otro papel es que tengo que traer?
- La propuesta, firmada por el supervisor.
- Una propuesta como de qué tipo...
- No, una propuesta que responda a la invitación donde están sus términos de referencia.
- ¿Invitación?
- Sí. Es la primera vez que usted trabaja acá, ¿cierto?
- ¿Tan evidente es?
- Un poquito. ¿Su contrato es sale por dónde?
- Eso mismo me pregunto yo.
- No me entiende...¿que quién lo contrata a usted?
- Pues en el Observatorio me dijeron que iba a trabajar ahí, pero ya lo estoy empezando a dudar.
- Ah, bueno. Entonces seguramente Hernando es el supervisor de su contrato. Hable con Wilma y le pregunta por sus términos a ver qué le dice.
- Ya intenté, pero se puso brava cuando alguien le sugirió ser eficiente y yo desistí de intentar allá.
- Ah, ¿entonces no le han dicho todos los papeles que tiene que traer?
- Parece que no.
- Bueno, mire,- y saca un papel de un cajón en el que hay un morro de fotocopias- estos son todos los documentos que tiene que traer. Como ya tiene este y este, y este de acá no le toca por lo que le pagan menos de lo suficiente para que salga por portal, sólo le faltan las fotos y la propuesta, que la debe redactar dependiendo de la invitación.

Mira uno, con odio profundo, el papel.

- Haber sabido que existía ese papelito hace dos meses.
- Bueno, pues pa la próxima.
- Próxima su mamá.
- ¿Cómo dijo?
- Que sumercé, muy agradecido.
- Bueno, cualquier cosa me cuenta y yo le ayudo.
- No lo dudo. Ahora que sé que usted existe no hablaré con nadie más. ¿Qué es lo que hace usted acá?
- Yo soy la encargada de la música Metal, pero como me toca hacer tantos contratos, pues uno coge experiencia.
- Bueno, el próximo espero que me lo hagan por 10 años para no tener que pasar por esto es un buen tiempo.
- Ay, no, eso sí, acá lo máximo es un año porque todo va hasta diciembre y en enero empieza nuevamente la contratación.

Y lo más triste no es que tiene razón, sino que el contrato sale cuando ya se va a acabar. Afortunadamente, entre tanta espera en los pasillos para poder tener una reunión con el supervisor uno aprende perfectamente la mecánica laboral. Es, seguramente, porque mientras uno vaga como un alma en pena todos los empleados se apiadan de uno y le empiezan a hablar. Ahí es donde viene al cuento Poncho Rentería, porque uno aprende, al igual que el columnista, que el trabajo en el sector público consiste en ocupar el tiempo con toda clase de actividades improvisadas de tal manera que no le quede el suficiente libre como para hacer eso que es lo que debe hacer.

Sin darse cuenta uno ya es todo un regular al que los porteros (muy a pesar del sofisticado sistema de lectura de huellas digitales) dejan entrar como a cualquier otro trabajador. No ha firmado uno contrato cuando conoce algún idiota que acaba de empezar la misma maratón. Uno lo mira con una curiosa pero muy precisa mezcla de lástima con satisfacción, sólo para comerse los sentimientos, porque esa persona completamente nueva acaba por firmar contrato antes. Se da uno cuenta, entonces, que existe alguna manera metafísica para firmar contrato en seis días y no seis meses. Toma uno nota mental, sólo para olvidar absolutamente todo, y a los tres meses volver a empezar el proceso desde su fase más elemental. Kafka, estimado Sergio, es un piropo, la sombra, o el pálido reflejo de lo que uno tiene que vivir. ¿Qué habría sido del pobre si hubiera tenido que lidiar con Wilma, RUT, RIT, pasado judicial, invitación, la fiscalía, y un largo etc? Afortunadamente el pobre jamás se enteró. Y ése es, querido amigo, mi consuelo si usted pretende en algún momento contratar con el distrito en Bogotá: sin importar cuán mal parezca todo, siempre es posible imaginar un escenario donde todo podría ser peor, y al fin y al cabo, si tanta gente lo hace es porque alguna gracia ha de tener, ¿no?

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1 comment

Roberto Iza Valdés said...
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