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En este pueblo no hay ladrones

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Decía Durkheim que un crimen no es castigado por la sociedad por ser un crimen, sino que es un crimen precisamente por ser castigado por la sociedad. El argumento, aparentemente circular y tautológico resulta bastante elocuente para hablar sobre nuestra sociedad, en la que todos convivimos con ladrones, corruptos y criminales sin llevar a cabo el más mínimo esfuerzo de reproche. El hijo de Santofimio, por ejemplo, es uno de los miembros designados por el Presidente Uribe para la embajada de Colombia en Francia. Claro, nadie sabe si el tipo llegó ahí por mérito propio o porque las influencias de su padre lo hayan llevado allá, luego nadie hace nada. Sin embargo, nadie sabe si él llegó verdaderamente a la embajada por mérito propio, y eso sí, todos sabemos que no sólo esos puestos son para pagar favores, sino que también, así se haya destacado el principito, buena parte de los méritos que puede tener su hoja de vida los pagó su padre con dineros sucios.

Sobre Montoya dice la gente que él qué culpa tiene si su suegro es un comprobado testaferro. Que él se dedica a manejar autos y que siempre deja el nombre de Colombia muy en alto. Suponiendo que el tipo fuera un personaje carismático, con el que me sintiera identificado, sería necesario decir que es, a pesar de todo, uno de los muchos colombianos que vive con el crimen sin condenarlo. Un digno representante de esa clase social muy afrancesada, que se ufana de tener apartamentos muy lujosos y varios sirvientes, y que convive con el crimen porque qué remedio: el mundo es así y a uno le toca adaptarse a las circunstancias. Y después su esposa maneja la fundación que él tiene con no sé qué propósito, y ya pasa al olvido todo lo que haya hecho su padre. Las abultadas cuentas con dólares manchados de sangre no son culpa de ella. La princesa, al igual que Santofimio Jr., se limita a disfrutarlo. A viajar por el mundo, y ahora a ser una de las madres insignias de Colombia.

Y como estos dos ejemplos abundan los pequeños Gatsbys nacionales. Testaferros y criminales sobre quienes la sociedad bogotana no ha podido hacer comentarios diferentes a descalificaciones de clase. - Qué ordinario, ¿has visto la fuente de mármol que tiene en la casa? Espantoso gusto para vestirse. Se pone vestidos italianos y mocasines sin medias. Smoking blanco, - y lo más sofisticado es probablemente- qué despilfarro...en vez de gastarse esa plata en un viaje por Europa.

Y claro, la mitad no pasa de eso porque saben perfectamente que es la mano que pone la comida en las mesas. La otra mitad, por temor a ser acribillados. Sin embargo, hay una zona media en la que sí es posible trabajar. Es posible manifestar desprecio contra algunos seres que no gozan del poder de la intimidación. A Peñalosa, por ejemplo, es perfectamente viable expresarle que el pueblo es consciente de las grandes tajadas que sacó durante su alcaldía, y que el pueblo recuerda lo ladrón que fue su padre. A la embajada de Francia se le puede extender un derecho de petición para saber si es por méritos propios que se encuentra en ese puesto, y con las firmas de la comunidad parisina sería posible solicitar que se le retirara de su puesto. Colombia, es un pueblo. Como sociedad son muchas las oportunidades que tendremos para repudiar políticos corruptos y personalidades que se lucran de la violencia. En restaurantes y discotecas los veremos cara a cara. La cuestión es no desaprovechar oportunidades. En mi lista están Moreno de Caro, y sobre cualquier cosa, los hijos de Uribe. Si los veo en fiestas o en Los Andes, procuraré chiflarlos cuando menos. También Serpa, Peñalosa, y Pastrana. López Michelsen. Varios concejales de Bogotá, empresarios y periodistas. El asunto es que no sé bien quiénes son ni tengo fotos, pero bueno, para eso están los amigos periodistas. Pronto continuaré la lista. Una cosa es cierta: en este pueblo sí hay ladrones. Es necesario identificarlos y repudiarlos.

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1 comment

Anonymous said...

Ya que menciona la Embajada de Colombia en Francia, le suelto este datico: el flamante embajador es ni mas ni menos que el nietecito de Laureano Gomez, el politico que mas azuzo a la violencia partidista de medio siglo en Colombia, el psicopata criollo que ademas resulto obteniendo indemnizacion (y mas dinero para sus arcas) a la nacion por los desmanes del 9 de abril.
Miguel Gomez Martinez no tiene mas meritos que los que ha acumulado su familia en la larga historia de la infamia colombiana. Su secretario Santofimio es apenas un nuevo miembro de esa dirigencia podrida y asesina, escoja usted, que nos ha tocado en suerte.

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