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Gripa mutante vs. mal de amores

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Hay por estos días dos fenómenos naturales notables. El primero, un invierno sin misericordia del que a pesar de ser afectado, no tengo autoridad moral para quejarme. El segundo, una de esas curiosas alineaciones planetarias de las que no sobreviven gran parte de las relaciones conyugales.

Sobre el primera, debo decir que no sólo es culpable la Madre Naturaleza. Además hay varios factores que pueden estar afectando considerablemente, como el alto grado de contaminación del aire bogotano. Yo, por ejemplo, cuando salgo de Bogotá con un dolorcito de garganta he visto una diferencia bien marcada a las ocasiones en las que me quedo. El frío, eso sí, ha hecho que las defensas de la ciudad entera bajen, y así el virus pueda circular tranquilamente de un cuerpo a otro, reproduciéndose y mutando para poder repetir huésped en la misma ola. Me atrevería a decir, casi sin temor a equivocarme, que Colombia tiene uno de los más altos índices de biodiversidad en términos de cepas del virus de la gripa. Yo mismo creería que soy un espécimen que debería ser declarado patrimonio de la humanidad por la cantidad de gripas que habitan en mi cuerpo. Cuando llego a los aeropuertos extranjeros siempre me da algo de miedo que alguna alarma por material orgánico desconocido se dispare (tanto por la gripa como por los tipos de piojos a los que uno está expuesto como tercermundista).

Del segundo fenómeno natural no quisiera revelar intimidades, por lo cual me gustaría limitarme a establecer comparaciones entre los dos tipos de males que me aquejan.

Para la gripa, en caso de fiebre extrema, son útiles las duchas frías. Para el mal de amores, en caso de calenturas, también.

Cuando uno tiene gripa los amigos lo declaran en cuarentena. Cuando uno tiene mal de amores, también, sea porque se vuelve monotemático, o porque piensan que uno trae el ángel negro del verano eterno.

Contra la gripa la humanidad no ha inventado nada mejor que los remedios de la abuela. Contra el mal de amores, ni siquiera existe el placebo: dicen las abuelas que eso toca aguantárselo (aunque hay algunas crueles que dicen lo mismo de la gripa).

Cada gripa es un virus diferente, por eso es necesario esperar a que el cuerpo produzca los anticuerpos necesarios para superarla. El cuerpo va a un ritmo propio, y aunque los síntomas son similares, cada una es única. El mal de amores, igualito.

Algunas gripas vienen acompañadas de mocos y dolor de garganta. El mal de amores, igualito.

Uno siempre dice, "no, en este momento tengo mil cosas y no puede darme gripa." igual para el mal de amores.

No hay la más remota posibilidad de levantar si uno padece alguno de los dos males.

El alcohol es una buena cura para ambos, por un sólo día.

Cuando uno piensa que ya está superando cualquiera de los dos males, ¡tenga! una recaída.

No se cura uno de ninguna de las gripas, el organismo aprende a vivir con ellas. Los amores, por supuesto, tampoco.

Siempre es un alivio ver a cualquier idiota al que le empieza después que a uno.

La conclusiones son inevitables:

El amor es el periodo de incubación de un virus: el mal de amores.

Las personas enfermizas son mejores novios.

El amor se mide por el color y la cantidad de mocos.

Los males más frecuentes en el mundo entero no tienen una organización que haga prevención, salvo ahora con la gripa de pollo (pero eso es como el matrimonio).

No gaste más tiempo leyendo textos como éste. No se preocupe más por el tema. Es inevitable e impostergable. Tanto uno como el otro lo cogen y lo dejan a uno cuando quieren, y sobre todo en ningún caso escribir un blog sirve para absolutamente nada.

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1 comment

Anonymous said...

le tengo dos remedios:

1. odie la enfermedad. es más efectivo que cualquier placebo místico, nueva era o chamánico. además es sincero y heróico.

2. odie el amor y vea capítulos viejos de dejémonos de vainas. en ese sancocho sentimental se va a dar cuenta que uno es capaz de no sentir nada y ser feliz.

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