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Aquelarres contemporáneos

Cuentan que en época de persecución de brujas, era una práctica relativamente común entre las mujeres untarse ungüentos alucinógenos en los genitales. Cabalgaban sobre escobas no porque fueran símbolos fálicos, sino porque literalmente eran objetos que utilizaban para estimularse. Algunos investigadores interesados en el tema se han preocupado por recuperar las recetas para preparar el ungüento, lo han reconstruido, y -en el nombre de la ciencia- lo han probado sobre sí mismos. Dicen, tanto los investigadores históricos como los experimentales, que el efecto producido por la sustancia son alucinaciones en las que se ven personas conocidas y se siente que se viaja por muchos lugares. También se siente placer sexual en el proceso. Por supuesto, al indagar de manera persuasiva a quienes practicaban estos ritos, acababan por confesar haber viajado de la mano de cualquier vecino inocente que nada tenía que ver en la historia más allá de haber sido una alucinación, y a la hoguera con ambos.

Marvin Harris es uno de los antropólogos más conocidos por el público general, y uno de los más controvertidos en términos académicos. Más allá de su materialismo extremo, su interpretación de la teoría evolutiva es algo sesgada, pues considera que no hay comportamientos neutrales en términos adaptativos, y mucho menos, negativos. Sin embargo ilustra un hecho muy elocuente de las sociedades humanas con su análisis. Dice, sobre las brujas, que si se hubiera querido combatir el fenómeno, en la época se habría perseguido no la hechicería, sino sencillamente las casas donde se producía el potaje. Sin embargo, el método incriminatorio servía para mantener la sociedad organizada en torno a unos ciertos recursos limitados, pues ailsaba de la culpa de la miseria a la monarquía y la depositaba en los vecinos.

La condena a 4 años de cárcel a un hombre por tocar las nalgas de una mujer es una prueba sencillamente de que en este país es posible encarcelar a un mensajero por cualquier cosa. Si la policía ahora va a perseguir a todos los que tengan manos traviesas, pues es una lástima, porque voy a perder a buena parte de mi familia. A mi abuela y a un par de tías, si alguno de sus sobrinos las denuncia o si lo hacen frente a un policía, y probablemente a un tío bastante casanova que tiene esos hábitos ya fuera de la familia.

El asunto es que la línea argumentativa de Harris podría fácilmente aplicarse para nuestra patria: si en verdad quisiera perseguirse la producción de drogas, por ejemplo, no habría multinacionales que pudieran vender productos como el gramoxon, pesticida químico que se usa en la fabricación de la coca y del que curiosamente, Colmbia es el principal consumidor de lejos. Seguro que los ejemplos son miles, y seguro que las brujas que cazamos las podremos seguir quemando por mucho tiempo antes de lograr eliminar eso que nos hace sentirnos miserables:

¡Muerte a Julio Sánchez Cristo!

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