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Crónicas Marcianas: The golden state

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Después de meses de evadir compromisos familiares y laborales de manera descarada, cometí la torpeza de programar mi viaje el mismo día de la final de la Champions. No fue sino llegar al aeropuerto de Miami para confirmar mis preocupaciones: parecería que los gringos además de no ver fútbol estuvieran comprometidos con no dejar que la gente goce a cuenta de tan sublime actividad en su territorio.

Afortunadamente una escala prolongada, con la información justa, y una billetera de principio de viaje pueden solucionar el percance: Catch of the day, un excelente restaurante de mariscos cerca del aeropuerto, presentaba el partido. 30 dólares el chiste, con taxis incluidos. Todo, desafortunadamente, para ver cómo mi favorito (el Arsenal) se desdibujaba en la cancha, y el ya hegemónico Barca se hacía a un nuevo título. Bueno, en todo caso, eso de ver fútbol sin tener equipo realmente. Gracias a la incompetencia de nuestros nacionales, creo que será un mundial para recordar especialmente, siempre y cuando sucedan dos premisas fundamentales: A. Que pueda verlo, pues aunque ya en California hay tanto mejicano es bastante factible que no haya problema, nunca deja de dar susto que por decreto presidencial no lo transmitan sobre suelo americano. B. Que no haya un ataque terrorista severo y lo cancelen (mis amigos dicen que soy fatalista por decir eso, pero es una coyuntura perfecta para un gran ataque desde mi punto de vista y no creo que sea del todo improbable).

A mi llegada a Stanford, encontré una sociedad totalmente conmocionada porque han atracado a tres personas en los últimos tres meses. Ellos, por supuesto, no entienden bien que para uno sea un alivio oír un dato como ese, y aunque intentan hacer chistes al respecto, utilizan el carro para los trayectos más cortos por miedo a los asaltantes. En todo caso, no deja de tener cierto aspecto de película de terror un campus universitario por la noche, y uno también se contagia.

Entre otras noticias que me han llamado la atención, hoy unas chinas repartieron almuerzo gratis frente a la librería. Yo no entendía muy bien por qué pasaba eso, pero probé todos los los platos disponibles. Después de un rato, me preguntaron si podía firmar un documento para apoyar su causa: que pongan un restaurante vegetariano en el aeropuerto de San Francisco. Yo, por un almuerzo, apoyaría al gobierno de la China y sus violaciones de derechos humanos, la expulsión del Dalai Lama, la persecusión religiosa, o cualquier otra causa- y firmé sin dudarlo.

También supe, por Tomás, que la universidad gastará alrededor de 85 millones de dólares para REDUCIR la capacidad de su estadio, de 80 mil personas, a 40 mil, para que sea más “acogedor”. Yo insisto, los gringos tienen mentalidad de mafioso colombiano.

Tomás, mi anfitrión, es un ser que fácilmente podría ser feliz en Auschwitz. Antes de salir por la mañana, me dijo, “si hay leche en la nevera, no se la vaya a tomar de desayuno...debe estar dañada.” Yo todavía no me animo a abrir las puertas, pues más que una caja, debe ser todo un ecosistema. No resultaría justo decir que vive en una pocilga, pero sus esfuerzos de arreglar para mi llegada tampoco van mucho más allá de ser conmovedores, pues yo, todo un antropólogo acostumbrado a convivir con formas de vida diferentes, encuentro su máximo estado de limpieza dentro de mi categoría de “habitable”. No sería tan acertado decir que Tomás fuma como una puta, sino mejor que las putas fuman como Tomás. Con cada año que pasa de doctorado la frontera de su pelo crece (pues tiene la maña de arrancarse trozos de raíz cuando está pensando), y aunque ya es relativamente ágil para manejar en las carreteras californianas, no puedo decir que me sienta del todo cómodo cuando él va al volante. Todo sea por tener un nuevo Nobel colombiano. Espero, en todo caso, que entre sus manías encuentre tiempo para acompañarme a eso que Krusty llama el lugar más feliz del mundo, y que seguro es la esencia de lo que pretende ser Las Vegas: Tijuana.

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3 comments

sicoactiva said...

Señor, no quiero desilusionarlo pero Tijuana es un cagadero inimaginable. Es como ir a un barrio maluco de Honda, sólo que lleno de bares llenos de gringos teenagers borrachos y con Hard Rock Café y almacén Guess. Claro, siento usted antropólogo puede resultarle interesante como análisis cultural. Lo que más me impactó del lugar (que visité en el 94) fue los mexicanitos apostados como chulos en la barda que separa las fronteras. Por lo demás, me pareció una mierda de lugar y en verano debe hacer un calor insoportable. Le recomiendo bajar hasta Ensenada y Rosarito, lugares un poco más apacibles.

Anonymous said...

No se preocupe, Univisión va a transmitir el mundial. Puede que la narración no sea la mejor, pero siempre es un alivio saber que vamos a poder ver los partidos en cualquier televisor (con o sin cable). Cuando uno está por estas tierras en las que fútbol es un deporte aburridísimo donde patean el balón una sola vez y en las que resulta que América es un país y no un continente, no puede uno ponerse exigente. Buen viaje y saludes al gentil Tomás.

Unknown said...

De paso, en Tijuana, vaya y vea a Nortec Collective... tienen una residencia en un bar/club alla.

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