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El retorno de los visitantes nocturnos

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Sé que algunas personas tienen la costumbre de rezarle a algunos santos que en las noches los visitan y los operan. Cuando mi padre murió, empecé a tener dificultades para dormir, y la persona con quien salía me regaló un artefacto indígena para espantar demonios. Imagino que ser perseguido por espantos, o ser visitado por espíritus tiene sus propias desventajas. Sin embargo, hoy soy perseguido por bandidos, cacos, choros, rateros, garñuflas o ñándulas que tienen los ojos puestos sobre el PowerBook G4 (que, modestia aparte, es increíble) en el que escribo estas líneas.

Es ya el segundo intento que hacen del que me percato. El primero fue hace unos meses, y desde entonces hemos tomado ciertas precauciones que pensamos desalentarían a los amigos de lo ajeno: nosotros (vivo con un amigo) pusimos rejas, y Rafa, el portero borracho que quiere pegarle un tiro en las piernas a los ladrones, consiguió un arma.

La primera vez que uno se despierta y ve un indigente trepado en la ventana (es un segundo piso), indudablemente hay sorpresa. Supongo que el hecho de saber que hay ladrones que pretenden entrar a la casa hace que uno entienda rápidamente lo que sucede, y actúe de manera más acorde: salí a gritarles tan duro por la ventana (sobre sus madres, claramente) que estuve ronco un par de días. Rafa llegó unos minutos más tarde, con bastante parsimonia, y al día siguiente aseguró haber correteado a los criminales.

Yo todavía no entiendo si los brutos son ellos, que intentan meterse a una casa con rejas, o nosotros, que por las rejas sentimos algo de seguridad. Lo único cierto es que nuevamente dormir es toda una aventura. Yo tengo la ventaja de olvidar hasta el instinto de conservación más elemental cuando estoy cansado, y duermo tranquilo con el argumento de mirar hacia la ventana. Zulu, cada vez más, empieza a considerar la idea que yo tuve ante la primera visita y que el consideró una locura: conseguir un arma.

En todo caso, parece ser posible convivir con estos ladrones. Después de un par de visitas, mis rugidos los han espantado. Mi virilidad está por el cielo, pues con sólo mirarlos emprenden la retirada, y me siento como una especie de superhéroe dispuesto a combatir el crimen en piyama. Curioso, en todo caso, que el único elemento que ha hecho falta de la casa sea un cepillo de dientes. Tal vez sólo quieren darme una dosis de mi propia medicina.

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3 comments

Unknown said...

Póngale corriente a esas varillas!

Oslobo said...

Usted en pijama con un indigente colgado de la ventana del segundo piso...?
Cuénteme otra!!

Un abrazo

V.-

Anonymous said...

Incisto en que dentro de su desparche tiene que hacerse un maratón de mi pobre angelito.
Yo lo acompaño fresco, y le ayudo con las instalaciones.

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