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Whisky para las madres

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Cuando vivíamos en Miami mi padre decidió empezar a comprar una botella de malta en cada viaje. Creo que es a él a quien debo mi afición por este tipo de licores, y por esa época por la que le guardo cariño a las botellas de Glenfiddich. No sé si al introducirme en el tema me hizo un favor o un daño, pero ahora cada vez que visito la sección de tragos en un supermercado se me abren los ojos.

En mi último viaje decidí comprar mi primera botella de Sello Azul, y decidí compartirla con mis primos adolescentes. En general, los fanáticos del whisky prefieren otro tipo de botellas de ese calibre, pero está claro que al mejor de los Johnny Walker hay que hacerle el gasto en algún momento de la vida.

Unos días antes de desocupar lo que dejó la reunión pedagógica con quinceañeros, atendía un par de visitantes. Cuando sonó el timbre, pensé que era el domicilio de Sello Rojo (las botellas buenas, me parece, deben ser bebidas entre pocos). Llegaron al tiempo el mensajero de la tienda, y un par de mujeres que necesitaban al esposo de la bruja que tengo por propietaria de apartamento. Sucede que Danilo embarazó, a los 14 años, a una de las mujeres que vino ese día y no quiere reconocerlo. Dentro de lo que pude enterarme, ofreció darles algo de dinero para las costosas medicinas que tiene que tomar por alguna enfermedad mental el bastardito, a cambio de que ellas retiraran la demanda que tenían en contra suya.

Entre tanto, tuve hoy la oportunidad de conocer a fondo el caso de las violaciones de las estudiantes del Nueva Granada, y además hijas del cuerpo diplomático de USA y Japón. Una historia kafkiana que, un buen día, una hijadeputa gringa diga que la violó un colombianito y el hombre despierte con solicitud de extradición, y casi tan buscado como Pablo Escobar (porque no creo que quieran llevarlo allá para darle el tratamiento que le dieron a Bill Clinton).

Todas estas situaciones, aparentemente diferentes, resumen con elocuencia la triste realidad colombiana: para las que tienen acceso al poder, es más importante salvar el imaginario colectivo de su himen que una vida humana. Otras, con problemas verdaderos, dependen de un idiota que tiene una botella de whisky en la cabeza para encontrar al depravado que les arrebató la vida en plena adolescencia.

En el día de la madre, quiero expresar la gran confusión que me generan las mujeres colombianas: trabajadoras incansables, son el verdadero motor de nuestra economía. Se ocupan de la casa, trabajan para cubrir los gastos, y crían tantos hijos como sepa darles su marido (y en ocasiones, los que han tenido con otras). Un sondeo que hizo el IDCT entre desplazados dio como resultado la sorprendente realidad de que los hogares que habían tenido que dejar el campo no quieren volver a sus tierras, porque esa romántica imagen que tenemos los burgueses de la vida en las afueras es todo menos realista. Las madres de familia prefieren vivir como pobres en la ciudad, que soportar el duro trabajo del campesino que más se asemeja a la visión de Hannah Arendt que a la de los mochileros de alto estrato (como nosotros).

Lo que no entiendo es cómo pueden ser tan admirables y estúpidas al tiempo. Parecería que en Colombia ser un desgraciado es la mejor estrategia de cortejo. Entre tanto, la Corte Constitucional y la Iglesia se debaten en una pelea adolescente. Yo estoy por empezar a pensar que a las mujeres colombianas les gusta que las maltraten, y la lección parece ser no meterse con hijas de funcionarios de embajadas primermundistas.

Dicen que durante la bonanza petrolera en Venezuela, los chamos fueron el país líder en importación de whisky. Petróleo de bolsillo y Sello Azul con Coca-Cola. Yo, la verdad, de los whiskys que he probado (y por la relación precio-calidad), me quedo con el Sello de Oro y con el Jameson Irish 12 años. En épocas en las que los gobiernos andan persiguiendo a pobres diablos, es mejor no tomar lo mismo que los grandes capos. La solución, se me ocurre, es que las mujeres empezaran a tomar whisky y así no nos veríamos los hombres en la penosa situación de tener que elegir entre una y otra cosa.

Buena botella la blue label, pero mejor la mujer que tengo por madre.

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1 comment

Anonymous said...

demasiados powerbooks y whiskeys con visos clasistas para mi gusto. ya que en este blog nos acostumbraron positivamente a las intimidades, me inclino mas por las reflexiones sobre la domesticacion, la hora del baño y los gritos histericos.

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