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Adiós hermanos...

En las semifinales de España 82, me corregirán los fanáticos, empataban a 2 goles Brasil e Italia en un duro partido. El resultado le daría el paso a la gran final a los suramericanos, de manera que uno de ellos se atrevió a sugerir que se defendieran para clasificar. Somos Brasil- repuso otro, tal vez Sócrates- nosotros no nos defendemos.

Los amarillos, firmes a sus principios, decidieron ir por el partido y en un contraataque Italia marcó un último gol. Un Brasil genial fue eliminado por un equipo en el que pocos creían antes del mundial (incluso sus propios compatriotas).

Uno de mis blogs de cabecera (verán por qué quienes se animen a visitar), brasilero, titula la derrota de Argentina hoy: Adios hermanos: Nao choramos por voces! Y aunque la prensa especializada de Italia, España y Argentina sostenga que los albicelestes jugaron mejor, tampoco yo lloraré porque salgan del mundial.

El equipo tiene potencial, eso no lo duda nadie. Sin embargo, la soberbia les ganó. No la necesitamos- me respondió una argentina cuando le desee suerte ante el partido contra México, y vaya si se equivocó.

En esta copa mundial, Pekerman presentó un equipo sólido y balanceado, cuya máxima virtud (a mi modo de ver, y a diferencia de lo que sostienen muchos) fue la capacidad para reorganizarse ante una pérdida de balón: los argentinos, como toros, permitieron poquísimos contargolpes antes de que su técnico moviera las fichas. Los cambios, sin embargo, en casi la totalidad de los partidos fragmentaron el equipo y entregaron el medio campo. Es cierto que Argentina logró anotar en muchas ocasiones después de hacer cambios, pero casi siempre fue ante un rival completamente entregado por buscar un empate ante un equipo que defendía a muerte el primer gol.

Ante México, Argentina salió a jugar un partido de rutina. Los manitos, a hacer historia, y lo habrían logrado de no haber sido por una bolea magistral. La soberbia de nuestros hermanos les impidió ver el estado real de su selección: ante Costa de Marfil ganaron más por fallas del rival que por virtud (varios tiros en los postes, y oportunidades despilfarradas). Con Serbia y Montenegro afrontaron un rival totalmente desdibujado en el que las peleas internas y los rumores pesaban tanto como en la Colombia que jugaría el mundial del 94. Holanda fue un partido en el que no se quisieron medir, y el de hoy, uno que dieron por ganado desde el minuto 5 del segundo tiempo cuando ya estaban quemando tiempo. No se pueden explicar los cambios que hizo el técnico sino desde un triunfalismo total y absoluto: sacar a Crespo y a Riquelme con el fin de cuidarlos para la semifinal, y Cambiaso, un volante mixto que ayudaría a defender.

Cuidar un 1-0 es peligroso, como lo sabemos los hinchas del América. Al mismo Palomo (escritor de La letra escarlata, y por cuya escritura también profeso devoción) le oí criticar una vez al Real Madrid por salir a perder tiempo en un partido de ida en Barcelona por la Champions. Y aunque es igual de vergonzoso, el club caleño algún argumento podría esgrimir a su favor. Argentina, gran favorita para estar en la final, lo pagó caro. Es cierto que la soberbia de Brasil en el 82 también tuvo un costo aún más alto, y que las dos pueden verse con la lupa de la sabiduría popular (y posmoderna): la historia la escriben los ganadores. Sin embargo, los brasileros del 82 no perdieron su orgullo, y es posible recordarlos con algo de nostalgia. Argentina, se vendió. Por ello me uno con solemnidad al grito( probablemente con algo de envidia, pero sobretodo con el sinsabor que dejó su presentación):

Adiós hermanos:

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