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el flagelo de soñar

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A principios del milenio nacía en Persia un pequeño hombre llamado Hassan. Con el tiempo y varias peripecias a lo largo del territorio iraní, logró consolidarse como uno de los académicos más importantes que ha tenido el mundo árabe, y paradójicamente como uno de sus más feroces enemigos. Se dice que su elocuencia en los saberes del momento era tan impresionante, que lograba convertir a cualquier individuo a su forma de pensar. Con el tiempo se consolidó como líder religioso en un fuerte erguido sobre una particularidad geográfica envidiable para la época, pues era prácticamente imposible de atacar. A pesar de haber sido bastante ermitaño en sus costumbres (se dice que salió pocas veces de Alamut en los más de tres decenios que estuvo a cargo del lugar), la historia de sus costumbres ha permanecido viva tanto en ámbitos académicos como en mitología popular: su secta ha sido objeto de culto, y gracias a las menciones que hace Marco Polo del lugar se le atribuye la etimología de "asesino", supuestamente por el consumo de hierbas, aunque de manera cuestionada. Parte de la leyenda, verdadera o no, cuenta que cuando recibía una visita de honor solía celebrar demostrando la devoción de sus súbditos, ordenando a unos cuantos saltar por el abismo.

El caso de Hassan es sólo uno de muchos que hay en la historia en los que el poder formal de un pueblo ataca a sus habitantes. Gilles de Rais, presentado como el pintoresco personaje que apoyaba a Milla Jovovich en la película de Luc Beson, además de ser prócer francés es uno de los mayores asesinos de niños que ha dado la humanidad. El camarada Stalin, en su batalla contra "el terror", exigió cuotas de asesinato a sus oficinas policiales en toda la Unión Soviética, de manera incluso más arbitraria y atroz que Hitler.

Lo curioso de las historias, más allá de sus particularidades históricas que los pueden diferenciar, es que en todos los casos el pueblo estaba fielmente convencido de que sus líderes eran inmaculados, y que los llevaban por el buen camino. El caso de las bombas con intervención militar en Colombia tiene una particularidad macabra: que el ente gubernamental atente contra la población civil. Sin importar que haya o no una noble causa, es necesario que haya un error de funcionamiento fundamental en el aparato estatal. Y más allá de verlo como un hecho aislado, es importante guardar la perspectiva sobre la coyuntura que ha permitido tal situación, y que lo permitió en los casos anteriores: los oídos sordos ante las críticas, y en su versión de proverbio popular, las palabras tontas para oídos sordos que promulga la oposición.

Hace un tiempo la cadena estadounidense CNN transmitía un famoso programa llamado Crossfire, que gozaba de gran audiencia por generar polémica en torno a la política de tan noble país. Jon Stewart, anfitrión del Daily Show, de Comedy Central fue invitado a participar. En medio del debate le pidió encarecidamente a los dos anfitriones, que en vez de pelear, hablaran como gente civilizada, pues el acto de crítica mordaz le hacía daño al país. Tal vez el mismo daño que hace en Colombia la misma crítica de Caballero, Vallejo y Coronel, por mencionar sólo algunos, quienes aceptan como cabras adolescentes la provocación del uribismo y embisten contra las paredes del Palacio. Sus clamores evidentemente no hacen bien. Sin saber muy bien qué tipo de discurso podría llegar a ser beneficioso, empezar por dejar la oposición de oficio puede ser un buen comienzo. Hace unos meses me topé con Servio Caicedo, un brillante ambientalista dedicado al trabajo con las corporaciones regionales. Al preguntarle en qué estaba, respondió, "dedicado a pensar en una manera de llegarle al discurso uribista con los temas ambientales, porque la cosa no puede seguir así".

Tal vez sin meter el debate dogmático en trono al presidente se pueda ver que es una aberración la mera posibilidad de que las fuerzas armadas estén vinculadas en una acción contra la población civil. Tal vez, además, así pueda ver el uribismo que las asquerosidades que suceden en el país no son fábulas de periodistas comunistas, sino una preocupante situación que merece toda la atención y no una justificación.

p.s. En los días pasados una persona a quien le profesaba enorme estima le dijo por voluntad propia adiós al mundo. El cambio de color responde a un sencillo tributo que le deseo extender: paz en su tumba, luto en supercontra.

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3 comments

Constanza said...

Mi hermano me conto superficialmente algo que no tengo del todo claro y que me gustaria que alguien si sabe al respecto me explique:

Resulta que Mr. President tiene algunos de los mejores caballos de Colombia, y realiza muchas transacciones de compra y venta de caballos. Pero estas transacciones (puedo no ser exacto, pero ese no es el punto) generalmente no tienen IVA.

Ok, entonces, como es que las transacciones de caballos (de miles de millones en ocasiones) no tienen IVA y la papa si??

Anonymous said...

Por esta razon, dentro de la nueva reforma tributaria que se esta gestando, los caballos entraran en la canasta familiar

Anonymous said...

Estoy totlamente de acuerdo con su opinión acerca de la crítica que ejercen algunos escritores o periodistas en el país. A Alejandro Gaviria le leí un termino que me parece perfecto para describir este tipo de columnas: populismo intelectual. No voy a negar que leo a los tres columnistas a los que hace referencia supercontra, y aunque este de acuerdo muchas veces con lo que dicen en definitiva su contenido no es constructivo nunca, y ahi la importancia de "saber llegarle al uribismo" como dice su amigo ambientalista.

Por último, me gustan los colores, que sea un homenaje.

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