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Telematch

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Argentina, Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú, Nigeria, el Medio Oriente, India, y otros países del Sureste Asiático pueden no tener muchas cosas en común, pero todos comparten un rasgo fundamental. Algo que los hace inmejorables para los estudios de antropología comparada, especialmente en términos de análisis institucional: en todos ellos se transmitía Telematch, de Transtel, una absurda serie alemana filmada en Colonia que enfrentaba representantes de dos pueblos en varias pruebas, para las cuales los participantes vestían unos disfraces desmesurados que entorpecían su andar. Hay poca información en internet al respecto, curiosamente. Parece ser que, por algún motivo extraño, la serie no era conocida en ningún país del primer mundo, como si tuviera la propiedad de subyugar al pueblo. A mí, con sólo ver la introducción, me dan ganas de ver más, por ejemplo. En la India, lamento informar, todavía son transmitidos los 43 episodios producidos, y gozan de buena audiencia. Inevitable admirar tal precursor del reality.



Cuando preparaba mi viaje a Sumatra, muchas personas en Colombia pasaron por la bochornosa situación de tener que preguntar dónde era. Yo contestaba con propiedad, porque había visto en el mapa el escondido lugar que me serviría de hogar por un tiempo, pero antes tampoco había oído hablar de aquella región en Indonesia (o lo había ignorado). Mi padre decía que mi madre no sabía el lugar que me esperaba, o me habría retenido en nuestra segura patria para que no me expusiera a elefantes, tigres y fundamentalistas religiosos que en actos muy simbólicos crucifican cristianos. Era la primera vez que sentía tranquilidad por haber recibido la circuncisión. Gracias a ella pude conocer una cocina maravillosa (después aprendí que la región había tenido influencia de varios imperios muy diferentes), y algunos lugares que me hicieron sentir en una película de Indiana Jones.

Lo curioso de la situación es que la identidad de buena parte de las personas del tercer mundo se construya con un programa alemán desconocido en su propia tierra. Que seamos profundamente ignorantes de dichas regiones, y que al visitarlas, los referentes para entenderlas sean del cine norteamericano. Una joven promesa del departamento de antropología de la Javeriana trabaja sin descanso por montar un curso para analizar la lectura que se hizo en Colombia de los diferentes discursos en la historia de la disciplina (cuando no está ocupado ordenando los estragos que causan Dumpa y Felipe si coinciden en el tiempo y el espacio).

Wikitomás, la fuente más fecunda de datos curiosos, cuenta que durante la administración de López-Michelsen la prohibición de la droga era bastante conspicua, y en un acto de visión a largo plazo el gobierno colombiano decidió apostarle a la legalización, y entabló lazos con los narcotraficantes. Por una de esas ironías de la vida (que parece tener muy presente nuestra patria), el zar antidrogas llegó a comparar el efecto de la droga con el esquí (por la nieve), y años más tarde una firma de ropa hizo camisetas con un esquiador bajando por una montaña de nieve colombiana. Luego, lo que Juan Pablo llama el pragmatismo norteamericano, adivino, se expresa a manera de movimientos de familia, y a Colombia se la lleva el diablo.

Naturalmente, preferimos algunas versiones de nosotros sobre otras. En general me llama la atención la negación de la influencia árabe en nuestra cultura (aunque creo que Tomás exagera al decir que somos más árabes que los árabes). En el último número de alguna revista cultural hay un artículo bastante aburrido pero muy exhaustivo sobre el Quijote como músico y bailarín, en el que se hace un análisis de todas las referencias al tema en el texto. Todas, sea en instrumentos, en formas literarias, o en géneros musicales, aluden a los primos con petróleo. En evolución jamás he visto una mención al tema, pero si hay autores griegos sobreinterpretados hasta que encajan, lo mínimo que merecen ellos es una ojeada para ver si tienen alguna contribución importante.

Si la pelóta de letras nos describe a la perfección, seguro que Buck Rogers y Automán tienen algo por decir. Supercontra empieza una era yankee para intentar reivindicar la influencia norteamericana de nuestra identidad.

Tres hurras por Dumpa, que logró poner a nuestra disposición la temporada completa de Mandrake. Todos los afortunados que ganen premio en Supercontra pueden reclamarla en DVD, o canjearla por un masaje erótico que Fabrizio auspiciará. Propósito para el 2007: despierta el gringo que hay en ti.

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