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Crónicas marcianas: latitudes infantiles

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De los múltiples destinos que puede tener una exploración antropológica, definitivamente debo considerar que mi paradero es un privilegio absoluto. Los nativos de estas latitudes exhiben conductas primitivas, que permiten establecer lazos directos con los estudios más detallados sobre la forma de vida del hombre cavernícola del paleolítico. Ese eslabón por tanto tiempo esquivo para conectar, por ejemplo, a William Vinasco con Álvaro Uribe y Fernando Vallejo.

Tienen estas gentes por costumbre, por ejemplo, batirse a golpes como actividad deportiva. El aparente progreso que ha tenido nuestra especie en los últimos milenios es acá tecnología desconocida, al punto que todos los deportes llevan como implemento protección en la cabeza. Dado que su cultura primitiva es altamente ritualizada, no es suficiente que sean unos pocos quienes se causan contusiones cerebrales actuando como animales: todos los encuentros son seguidos atentamente por gentes que a la menor provocación salen de sus cabales para emitir unos sonidos guturales y tribales.

Pero no sólo en los deportes siguen estas gentes normas puntuales y establecidas. Cualquier actividad está sujeta a normas detalladas, que de momento superan cualquier método etnográfico. Pasan de una actividad a otra como si se tratara de un cambio absoluto de cerebro, capacidades cognitivas, e incluso rasgos de personalidad como la vergüenza. En la vida diaria, por ejemplo, parecen ser increíblemente recatados y pudorosos. Sin embargo, si se dice fiesta no escatiman energía al desbordarse en bacanales descontrolados donde dan rienda suelta a todos sus instintos. El trabajo debe ser gobernado por alguno de sus dioses más importantes, porque así no tengan un día particularmente ocupado y productivo se sientan horas enteras en algo que más tiene connotación de pagamento que realmente de oficio o profesión. Incluso el ocio, cosa absurda, parece tener momentos muy definidos y códigos puntuales que yo, a pesar de mis esfuerzos inhumanos por comprender su cultura, desconozco, por lo cual con frecuencia soy motivo de burla para los salvajes.

He desarrollado, sin embargo, una sospecha que puede sonar a osadía absoluta; que cuestiona los paradigmas mismos de la antropología, pero que sin embargo, sería una explicación precisa y profunda de esta cultura de bárbaros que parecen no seguir ningún principio humano. Mis detalladas observaciones de sus hábitos me ha llevado a pensar que siguen estas gentes un sistema de castas extremadamente estructurado y meticuloso que permea todas sus actividades y que condiciona sus conductas. Más aún, dicho sistema expresa los niveles de especialización de los individuos en oficios, de manera que mantiene en orden el sistema social que aparentemente no sigue ninguna regla. Es una bella demostración de la diversidad de la conducta humana, incluso entre sociedades trogloditas como esta. Un hermoso ejemplo de la complejidad misma de la interacción, de la articulación del ser a un grupo para su realización. El origen mismo del sujeto, incluso en su expresión más precaria e impura.

Mi teoría, sin más demora, es que estas gentes viven un largo proceso de entrenamiento en las conductas personales de cara a la sociedad en sus primeros años, y que son expuestos de manera no explícita pero sí intensa, a elementos mágico-religisos por medio de los cuales representan y construyen su identidad. Estos elementos usualmente hacen parte de una fauna mitológica, fuertemente asociada con sus creencias sobre el origen del universo, y que están en un balance muy articulado y complejo. Tigres, elefantes, conejos y tucanes: cada uno tiene sus propias características, y más aún, cada uno es representado de una manera diferente por los miembros de su clan, y por ello la importancia tan grande que se le atribuye a educar los niños con estas figuras, todos los días, en el desayuno.

Inlcusive, he llegado a pensar que los rituales adultos en campos como el de las relaciones familiares (el intercambio de mujeres entre clanes o castas), las dinámicas dentro de los grupos en actividades productivas, la tradición oral, e incluso su música, no son más que escenarios de representación donde la idea es volver al momento mismo de la educación, de la iniciación en la casta, y asumir las actitudes de los niños cuando son expuestos por vez primera a las costumbres de su grupo. Por medio de la representación de esos años de infancia logran perpetuar el rito de iniciación, y por medio de este, su cultura. Podemos decir entonces que esta gente vive en un programa estricto y metódico por volver a sus edades tempranas. Un constante reconocimiento a la iniciación, que, por medio de la paradoja, marca la diferencia que genera desconcierto a visitantes de grupos humanos más civilizados: la eterna búsqueda del actuar de la edad temprana.

Entre tanto, como es natural, después de un tiempo de estar acá empiezan las mujeres locales a parecerme atractivas. Ocasionalmente me sorprendo observando a esas que por salvajes y de rasgos exacerbados me parecían vulgares a mi llegada. Incluso, creo que me he habituado bastante a la manera como decoran sus cuerpos y a sus costumbres, y creo haber aprendido a apreciar los elementos que antes me parecían exóticos y pintorescos. Los rituales de cortejo, sin embargo, son todavía un misterio para mí. Más aún, las historias de tradición oral narran acontecimientos de salvajismo caníbal en relación con incidentes en este campo, de manera que es un campo que me intimida.

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4 comments

María Paula Muñoz said...

Oh que buen post. Usted donde esta, en Londres? porque esos salvajes se parecen a estos. Acuerdece de una enfermedad llamada el mal de vereda, siguen siendo vulgares y los del genero masculino,brutales.

Anonymous said...

Pulga, como siempre me haces reir carajo. Metase a novedades de www.vladimirduran.com que hay un post en su honor.

Anonymous said...

Maestro!

Anonymous said...

y acaso cuándo ha entendido usted algo de rituales de cortejo, de cualquier cultura?

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