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Reichel vs. Darwin

No es muy frecuente encontrar por estos lados referencias a trabajos antropológicos colombianos, y menos si son a la postura teórica que representa un texto y no a las observaciones referentes al lugar de la investigación. Michael Alvard, producto del departamento de Nuevo México especialista en ecología humana, comenta en un recuento de la investigación de antropología biológica en el Amazonas:
Many human subsistence hunting populations also exist in equilibrium with their prey populations because they do not hunt their prey to extinction. Misguided logic has, however, led to the belief that such sustained harvesting is a goal of subsistence hunters rather than a consequence of density-dependent or independent population processes as it is in other species (Bunyard 1989, Feit 1987, Harris 1979, Nelson 1982, Reichel-Dolmatoff 1976).

Resulta curioso que justamente el prócer (para bien y para mal) de la antropología colombiana, sea considerado un icono de paradigmas de la antropología biológica internacional, especialmente porque ha sido una rama a la que se le ha prestado muy poca atención en los departamentos de antropología nacionales.

Hace unos meses, por ejemplo, mantuve correspondencia con un alumno de Los Andes interesado en realizar su trabajo de grado en historias de vida desde una perspectiva evolutiva. Desafortunadamente, tuvo la mala suerte de acabar en la clase de diseño de investigación con Roberto Suárez, calvario que también tuve que soportar yo para licenciarme. Aparentemente Roberto consideró que una pregunta completamente vigente en la antropología contemporánea no tenía el menor mérito de ser explorada porque "ese debate tuvo lugar en los setentas".

Y aunque me duela reconocerlo, en algo tiene razón el impotable ser: el debate tuvo lugar al son de los Beatles y la psicodelia. Sin embargo, eso no significa que desde entonces haya sido un área de trabajo estéril, como sí el pensamiento pedagógico de quien construye su ego a partir de pisotear alumnos de pregrado.

El mito del buen salvaje ecológico, donde Alvard encasilla a Reichel, no es más que una representación del debate de que enfrenta a quienes abogan por la selección de grupo frente a quienes defienden al individuo como objeto último de selección.

La referencia que hace Alvard no pudo ser más oportuna, pues justamente he estado dedicado a revisar la noción de evolución en Reichel. Entre otros ejemplos (y agradezco referencias), me he topado con fragmentos donde el viejo Gerald argumenta que la adaptación de los grupos a su ecosistema particular es una de las preocupaciones que más importancia ha cobrado en su trabajo.

Lo curioso del asunto es que la frase de Roberto refleja una realidad desoladora de un fragmento de la antropología colombiana: anacrónica y aislada, desde Reichel jamás volvió a (re)pensar los pueblos indígenas en su contexto ecológico. Y Reichel, dice Alvard, estaba equivocado. Con motivo del natalicio de Darwin, tal vez sea oportuno revisar los modelos de ecosistema y paisaje utilizados en la antropología colombiana (y buena parte del indigenismo, de paso) en aras de formular nuevas interpretaciones que no se fundamenten, como la de Roberto, en ignorar 40 años de trabajo.

Entre tanto cabe preguntar cuál es la posición de personajes como Fabricio Cabrera, famosos por liderar la cruzada que sacó a Reichel del departamento uniandino, pero que han quedado en deuda tanto a la hora de producir, como a la de juzgar a sus colegas con la misma vara que emplearon para el su mentor austriaco.

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