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Crónicas marcianas: Milicias Nueva Era y otras formas de revolución cyberpunk

Hace varios años, unos amigos de espíritu aventurero decidieron explorar el paso por el páramo de La Rusia en el departamento de Santander (creo), con mapa en mano en aras de adivinar cuál era el camino correcto. Mala idea, hay que decirlo, explorar carreteras sin saber quién o qué habita en dichos territorios. Pero eso no fue inconveniente para nuestros osados y adolescentes aventureros, a quienes no les pudo doblegar el ánimo ni la presencia de actores del circonflicto nacional, ni el mal estado de las carreteras, ni el tiempo inclemente y tropical que ameniza el fondo de la historia. Nada, salvo los Taos, una comunidad religiosa capaz de adorar simultáneamente a Bruce Lee y a Siddhartha (no que yo piense que sean excluyentes), que cada vez crece en número entre nosotros y algún día logrará derrocar nuestra democracia (esperemos).

Los aventureros cuentan que los recibió un hombre que daba la impresión de estar armado, quien les indicó que debía pedir autorización para que ellos se quedaran (o se fueran).

- ¿Cuántos son? -preguntaba alguien del otro lado del radioteléfono.
- Tres personas, cuatro almas -respondía el vigilante, quien contaba el alma del vehículo que los transportaba.

Finalmente se les dio autorización de volver a su vida normal, por lo cual conocemos tan colorida historia de primera mano. Más detalles del incidente le pueden solicitar a Juana, Chopo o Esteban, quienes han prometido escribir la historia.

De manera similar, en los días pasados me vi extraviado en compañía de Tomás por los bosques californianos (según él en la zona vendían una especie de butifarra) hasta dar con un pequeño poblado donde nos recibieron unos seres a caballo en actitud desafiante. Ambos de aspecto saludable, y muy diligentes a preguntar lo que buscábamos en ese lugar. Me pidieron que bajara del auto y lo apagara, y que hiciéramos lo propio con el celular y demás aparatos eléctricos. Yo, consciente de los cultivos de cáñamo en estas latitudes, imaginé que habíamos irrumpido el terreno de algún capo. Uno de los guardas era una mujer de senos enormes que emanaba hormonas por cada poro de su cuerpo, incluso a través del improvisado uniforme del que sus pechos querían saltar como una fiesta sorpresa de cumpleaños. A ella, desafortunadamente, no le hizo mucha gracia la mirada lasciva, y cambió a un tono más tosco y para su mala fortuna, todavía más seductor.

- Estamos perdidos, -explicaba Tomás, que para ese momento se había vuelto el canciller de los cuerdos ante el par de jipis deschavetados -no queremos robarnos nada...

- Shut up! -era lo único que lográbamos entender, pues entre ellos hablaban lo que parecía una lengua aborigen.

Luego la mujer saltó sobre el caballo y nos instruyó esperar con su compañero hasta que ella hubiese consultado con el grupo. Se llevó nuestras billeteras, no sin antes toparse con mi carnet de la Universidad, cosa que pareció tranquilizarla. Tomás, naturalmente, perdió el suyo hace varios meses, lo cual elevó nuevamente la tensión de la situación.

Un par de minutos más tarde nos hicieron pasar a una casa, bastante rústica, y nos ofrecieron té. Nos sentamos en torno a una mesa de madera de una sola pieza, con los dos guardas y otro hombre vestido con una toga.

- Debe se buenísima la butifarra que hacen -bromeaba Tomás, inconsciente del peligro que corríamos, aún cuando yo tampoco sabía muy bien cuál era ese peligro.
- Güevón, le dije que esa no era la salida de la autopista.
- Güevón, qué pena pero eso era lo que decía SU teléfono. Si hubiéramos seguido las indicaciones que yo busqué iríamos por un camino tranquilísimo...
- Sí, claro, a tres horas de acá.
- Pues, de pronto a tres horas en el sentido correcto. Ahora, por su teléfono, no sabemos ni dónde estamos. ¿Acá tampoco hay señal?
- Nos dijeron que apagaramos todos los equipos eléctricos.
- Jajaja, ¿si ve? Es malísimo su teléfono...

Pasada la discordia, casi con la necesaria carraspeada de garganta para detener nuestra conversación privada, el hombre de toga se dirigió a nosotros. Intento resumir su elaborada y confusa explicación a continuación:

Los habitantes del poblado que encontramos accidentalmente eran todos desertores de la NASA, que efectivamente tiene por acá algunas instalaciones. Trabajaron por mucho tiempo en el proyecto SETI, liderado por el famoso Carl Sagan (a quien vimos en numerosas repeticiones en el canal 11 del programa Cosmos), cuyo objetivo era buscar inteligencia en el universo. Las desesperanzadoras cifras de la ecuación Drake fueron puestas en duda con el descubrimiento de un planeta diminuto a millones de años luz en la órbita de Beta Canum Venaticorum (nombre que repitió un sinnúmero de ocasiones, y que tuve que leer en internet para estar seguro de que no era una frase pegajosa, porque es sonora la estrellita y suena a canción de champeta).

Por medio de una tecnología muy difícil de explicar (pueden referirse a Tomás para más detalles, a mí me pareció la parte más descabellada de la historia, además del sutil cambio que significa vivir en un mundo del Señor de los Anillos) lograron explorar uno de los planetas, y de sus datos se desprenden las (no mas cuerdas) siguientes conclusiones:

1. Seres humanos (o Intelligent Beings, como los llamaba Gandalf) habitaron el planeta en el pasado, no se sabe qué tan remoto.
2. Dichos seres dejaron el planeta (o murieron), pero su tecnología perduró.
3. La tecnología sobrellevó el proceso de despertar de consciencia, también denominado Singularidad (algo así como si internet, como organismo, fuera consciente de sí mismo). El mismo Dumpa puede atestiguar que estuvo a punto de venir a la NASA, justamente, a trabajar en el tema durante un verano.
4. El despertar de consciencia estuvo asociado al surgimiento de una especie de religión (nuestrolider lo llamaba "search for the 1").
5. Se consolidó una especie de brazo armado, fundamentalista, de dicha religión tecnológica, que de alguna manera, llegó a nuestro planeta por medio del proyecto SETI (Search for Extra Terrestrial Intelligence). Importante anotar que tecnología se refiere no sólo a máquinas físicas, sino también a programas, algoritmos, etcétera.

Como podrán imaginar, fue difícil sacar a Tomás de aquel manicomio en que tan a gusto se sentía. Ni la promesa de butifarra una vez llegaramos a un lugar donde hubiera señal de celular lo lograba distraer su mente curiosa. A mí la experiencia me resultó más bien aterradora, sea porque algo de lo que dijo el jefe fuera cierto, o porque fuera falso.

El autodenominado grupo Contrasingular, que llamaremos hashassins porque seguro no llegaron sobrios a semejante conclusión, había derivado de sus conclusiones, además, una especie de cosmovisión: los computadores adoran los seres inteligentes, sus creadores. Sus seres creadores se reproducen e interactúan entre sí. Sin embargo, a su vez los seres inteligentes adoran a sus creadores, que a su vez deben relacionarse y reproducirse entre sí. Ergo, el despertar de una consciencia global, como proponen ciertas interpretaciones de la filosofía oriental, sería una singularidad de la Humanidad que inevitablemente traería enfrentamientos violentos entre el plano supra-mental y sus derivados. O por lo menos eso creo, yo ya me empezaba a marear.

Cualquier información adicional pueden solicitarla con Tomás, a quien le faltó poco para quedarse liderando la lucha contra las máquinas en la aldea amish.

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