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Crónicas marcianas: El mal que nos aflige

En California, tierra de la legalidad, un burro me dijo:


- He fumado por casi 30 años, y hoy me trabé de una manera que no conocía…es sorprendente.


Por supuesto que no resulta tan sorprendente la observación cuando uno está sobrio, si de algo podemos estar seguros es sobre la diversidad que hay en la viña de El Señor. Sin embargo, las retrospectivas autobiográficas siempre tienden a resultar inesperadas. Yo, próximo a cumplir los 33 años, llevo ya 16 años explorando el mundo de la antropología aunque casi siempre haya sido de carambaola. Hoy, como el notable filósofo de la Costa Oeste, visité por primera vez una comunidad indígena con la intención de hacer etnografía.


El trayecto a Barrancón, el resguardo indígena donde íbamos (hablo en plural porque Estuardo me acompaña, no porque sea un hábito antropológico) estaba intransitable para autos (como la mayoría del país), así que fue necesario ir en moto. Un acrobático mototaxista que se hace llamar El Pija (con su respectiva business card) y su colega indicaron el camino.


A la llegada nos esperaba Giordano, que llegó a San José el mismo año que yo estaba naciendo. En mis escasos años de vida, él ha tomado más cursos que Colombiano en el extranjero buscando extender su visa: agronomía, salud, negocios sostenibles, y otros mil, útiles para el Armagaedon.


Él y Regino, otrora promotor de salud, departieron con nosotros casi toda la tarde. Entre historias de guerra que hacen parecer Apocalypse now una historia de niños comentamos las dinámicas de la malaria tanto en el municipio como en el resguardo. Aparentemente ha disminuido, pero no gracias a las campañas gubernamentales. Tal vez, como dice un colega paisa de Columbia, todo se debe al fenómeno de La Niña. Habrá que ver qué pasa mientras llega su hermanito, no Ronaldo, sino el que trae las sequías, para ver qué pasa con la malaria en Colombia. Pero claro, si ni es posible desarrollar un sistema de alerta temprana para el desbordamiento de ríos en la capital, mucho menos previsión se puede pedir para un fenómeno que de momento es casi imaginario.


De cualquier forma, una cosa parece ser segura: cuando llegue, caerá sobre los pobres. Entre las etnias locales, el trofeo de condiciones más precarias lo ganan los Nukak, quienes por ser "transferidos" de sus territorios ancestrales, usan aguas reposadas y dependen casi enteramente del gobierno para la subsistencia. Tampoco goza de mucha popularidad el mosquitero entre estas gentes, que parecen no inmutarse ante los mosquitos. Tal vez existe una corriente Zen en nuestras selvas amazónicas, porque viven cual asceta en India.


Lo más curioso es que tras hablar con Regino sobre temas médicos en jerga de ciencia por varias horas, indicó una práctica cultural Jiw como causa de la enfermedad entre los Nukak, lo cual me causó mucho interés.


- Cómo no se van a enfermar, si, por ejemplo, cuando a uno lo pica una culebra se acuestan todos juntos. Eso no se puede hacer…


Sugería que, de alguna manera, se contaminaban otras personas, o se mezclaban sus humores. No es muy relevante (hasta tanto no venga Dumpa y lo pique una serpiente), pero no deja de ser una analogía curiosa del conocimiento científico ver que ante las prácticas de unos los otros también las piensan como exóticas, y reniegan de igual manera que los oficiales de salud cuando cuentan que a los indígenas no les pueden dar mosquiteros porque los usan para la pesca. Lo mejor parece ser, como confesó el mototaxista de Estuardo, un tratamiento mezclado, que junte ciencia con tradición. Así, para los cálculos renales, un coco biche con alka sertzer a diario. Mejor que lo sugerido por El Pija contra el cáncer, en todo caso, que es carne y huesos de chulo y armadillo disecados. De cualquier forma, muy invitados a estas latitudes donde se curan todos los males. Todos, menos el que más aflige, como dijo Regino: el conflicto armado.

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