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Crónicas marcianas: Jetlag cultural

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Tras visitar tres continentes y un congreso de sociología, me reporto desde la cálida y húmeda capital del Guaviare. Así como con los abruptos cambios de zona horaria, me atrevo a asegurar que todos los viajes suponen un período de adaptación en el que el cuerpo no responde enteramente a los estímulos del medio, por decirlo de alguna forma. Especialmente cuando la llegada a un lugar supone trayectos de bus más largos de los que soportaría cualquier avión comercial en el aire.


No sé bien por qué se emplea el término jetlag para hablar exclusivamente de viajes en avión, cuando realmente son de los más cómodos que se pueden realizar. Es cierto que los asientos no son espaciosos y apenas se reclinan, pero es mejor eso que verle los piojos al vecino del frente por la posición de dentistería que logran algunas sillas en los buses. Ni qué decir de la comida o los baños, ante los cuales hasta un avión de Aero República parece primera clase; y mucho menos de las frenadas que parecen de emergencia, o los precipicios sobre los que bailan con gracia los expresos intermunicipales. Lo cierto es que viajar en bus causa un jetlag más arraigado que cualquier cambio de zona horaria.


Dice nuestro Nobel que la causa del fenómeno es que tras un viaje llega el cuerpo y unos días más tarde lo alcanza el alma. De manera similar, propongo que el concepto sea aplicado como categoría antropológica, y sea empleado para abordar, por ejemplo, el efecto que tuvo en mí haber visitado el congreso de sociología en Cali, lo cual tendría que denominarse jetlag disciplinar. Ya ni sé qué cosa es la que busco entre los indígenas de la cuenca del Guayabero que no se pueda responder con los datos del último censo, y mucho menos para qué diablos hago el intento de mantener un diario que más parece un libro de viaje.


Sospecho, eso sí, que no soy el único afectado por el fenómeno de jetlag cultural: la cacofonía de ritmos que componen el paisaje sonoro de San José abarca todas las gamas de….¡vallenato! Mi ilusa esperanza de empaparme en las arpas de la música llanera no ha podido estar más lejos de la cruel realidad, en la que los inmigrantes de la zona convergen desde sus múltiples y diversos orígenes, en el Binomio de oro.


Mientras tanto, mi cuerpo suda como si estuviera en la cuenca amazónica, pero mi alma todavía parece estar en algún lugar entre California, Europa, Nueva York y La Sultana.

san josé 3569845376236520109

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1 comment

Sotrach said...

lo importante es que tarde o temprano el alma le llgue...de no ser así bienvenido al grupo de todos aquellos que sin haber padecido un jetlag sentimos como si el alma se nos hubiera ido sin darnos cuenta y aun estamos esperandola.

éxitos en la investgación y suerte es que le deseo para ver si al fin logra empaparse entre las arpas de la música llanera.

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