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Reunionitis amazonicus


La reunión acaparó el interés general en las comunidades. Cuanta autoridad indígena hubo se dio cita, que resultó muy conveniente, en la Casa de la mujer, que está en frente del hotel Panorama donde nos hospedamos. Así como hay pueblos universitarios en Estados Unidos, según entiendo en varios lugares de Colombia se han empezado a dar pueblos antropoloides, y San José tiene algo de eso: el hotel es un punto de encuentro de organizaciones que trabajan con indígenas y demás profesional de la diversidad. Solo falta la participación de la casa de citas local, El crucero del amor, para que parezca un departamento de antropología contemporáneo.


De la reunión puedo comentar más bien poco, dado que tuvo lugar en lengua indígena. Como tantos otros idiomas que no se entienden, en el jiw parece que los interlocutores estuvieran en desacuerdo. O de pronto sí lo estaban, pues el objetivo de la reunión era rendir cuentas y definir qué organización manejaría los fondos venideros. Se repartió empanada y gaseosa por parte de una empresa prestadora de salud, y vinieron para la cita designados de multilaterales. Hemos hablado un par de veces con una suiza con fisonomía de la India o Pakistán y su colega y compatriota, que acompañan el proceso. Acompañar, acompañar, que el mundo se va a acabar, corean humanistas y sociales.


Cuando estaba por acabar el encuentro, pasó el defensor a dar un pequeño discurso. Yo lo escuché con apatía, pensando que era uno de los burócratas de turno haciendo un saludo a la bandera. Creo que no fui el único, porque empezó en ese momento a crecer un murmullo generalizado ambientado al compás del llanto infantil. Yo por fin entendía un poco lo que estaba sucediendo. El defensor se extendía en su monólogo, donde pretendía defender las autoridades indígenas, e intentaba abordar las problemáticas de los resguardos. Las autoridades, como en cualquier grupo humano, cuentan con historias de épicas desmesuras. Los resguardos, en medio del hacinamiento por las transferencias forzadas y la falta de cultivos, empiezan a tener problemas de violencia urbana. Se deben respetar las autoridades indígenas. Deben fortalecer sus instituciones. Es necesario ponerle atención a los ancianos.


- Taaa…taaaa…taaaaa -habría dicho el profesor Jirafales. Lo que pronunció el líder que interrumpió fue como volver a la mitad de la jornada, porque se dirigió a la audiencia en lengua y yo dejé de entender nuevamente. Como antes, sonaba muy molesto. Esta vez no parecía ser solo el idioma, sin embargo. El monólogo se extendió al punto que yo empecé a pensar la cantidad de información que se debe comunicar en cada idioma (en algunos una frase basta mientras que en otro deben ser un par de párrafos, como lo prueban los subtítulos del chino). El Jiw parece tener millones de: a. Formalidades o b. Groserías. De cualquier forma, yo sospecho que en español se habría podido insultar con recato en menos palabras.


En todo caso, hubo silencio. Se había retirado ya de la sesión buena parte de la audiencia, el ala derecha, donde confluían las personas de los resguardos que visitamos la semana pasada. Sin duda, eso que pregonaba el defensor, sobre escuchar, y falta de líderes, no es el problema. O por lo menos no parece serlo para una reunión. Si en un edificio es difícil poner de acuerdo a 20 personas sobre el nombre del jardinero, una comunidad entera que decide sobre su futuro no parece obrar como un solo ente, a menos de que éste sea una ameba en plena mitosis.


Entre tanto, las salvajes temperaturas se alternan con lluvias no menos indómitas. Lo único seguro es el clima extremo. Dicen que el verano está próximo a empezar, y a veces llega a dar esa impresión, pero no por más de uno o dos días.


Finalmente acabó la reunión, cada líder de regreso a su resguardo. Habrá que ver si tanta concertación no sirve como foco de malaria. A juzgar por las de mi vecindario, no cabe duda.



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