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El crepúsculo Nukak

La misión era sencilla: preguntar en Agua Bonita por el joven perdido, hijo de la señora muerta por picadura de culebra la semana anterior, caso por lo demás, discutido en el comité de eventos de vigilancia y control de todos los lunes.


- Es un muchacho morenito, más oscurito que el resto de ellos, no recuerdo el nombre, pero ellos saben cuál es. Tiene como 12 años.


El joven, pudimos ver al informar a los miembros de su grupo, no estaba al tanto de la muerte en su familia. Sus compañeros de periplos, una pareja que estaba en el hospital al cuidado de los bebés enfermos de otra pareja que no consideró importante asistir al hospital con los hijos de dos meses y dos años respectivamente, resultaron bastante asombrados con la noticia de la muerte. Más todavía, fue el asombro cuando supieron que el joven en cuestión estaba desaparecido. Palabras más, o menos:


- ¿Cómo así? ¿Él no está en Agua Bonita? Si se fue en una moto…y, ¿ahora? ¡No puede ser, qué vamos a hacer!¡Si él tenía nuestra maleta!


Para completar, el pequeño reducto Nukak en la sala de urgencias no se trataba del personaje que me habían encomendado. Ella se escapó, fue el dictamen de uno de los funcionarios del hospital. El portero, con quien me habían dejado razón, no parecía tener idea de lo que le estaba hablando. Así, entre golpes y tropiezos, partimos rumbo al resguardo.


Ya en la zona de trabajo tuve a bien empezar por comunicar el mensaje que portaba.


Yo: El niño morenito…¿está acá?

Nuk: ¿Quién?

Yo: Uno morenito como de 12 años.

Nuk: Acá nuhay nadie ninguno morenito.

Yo: ¿Cómo que no? El hijo de la señora que murió por la picadura.

Nuk: ¡Ah! ¡Qué tristeza! Mi cuñada…

Yo: Sí, ella. El hijo de ella. ¿Está acá?

Nuk: Él en Barrancón…con Eñá…

Yo: No, él no está allá.

Nuk: ¿Eñá?

Yo: No, el hijo…

Nuk: ¿El hijo de Eñá?

Yo: ¿El Nukak moreno es hijo de Eñá?

Nuk: ¿Hijo? -según la antropóloga de cabecera en San José, los Nukak tienen diferencias culturales con la negación. Tal vez, hasta ahora lo sabemos, Tomás siempre fue un Nukak, y de ahí su incapacidad para colgar el teléfono de los vendedores telefónicos estadounidenses.

Yo: ¿Cómo se llama la esposa de Eñá?

Nuk: ¿Aidé?

Yo: Aidé, ¿murió?


Silencio. Ojos atónitos, sorpresa.


Nuk: ¡Ay! ¡Aidé murió!

Nuk2: ¿Cómo? -a los gritos, para todos -¡Aidé murió!

Yo: No, no…noooooooooo


La confusión que despertó mi intento por localizar al muchacho perdido, que seguramente va rumbo a ver a su madre sin saber que ha muerto, tardó buena parte de la visita. Por otro lado, Pablito deleitaba todos los infantes de la etnia con instrumentos musicales mientras Alison y Ariel intentaban realizar observaciones.


Tras un rato de interacción bastante caótica, como siempre sucede tras la llegada, los ánimos se calmaron un poco y pude hablar con la abuela que había recibido los repelentes naturales. Al insistirle que los buscara, trajo los tres frasquitos, bastante intactos, y nos ayudó a repartir a diestra y siniestra.


Caída la noche empezó un carnaval sin precedentes, del que no teníamos noticia sino por recuentos etnográficos. Los niños, a quienes tenía particular interés de observar en las horas de actividad del mosquito, ocuparon su tiempo de la siguiente manera:


- Jugando ping-pong con carbones al rojo vivo.

- Prendiendo arbustos en candela alrededor del asentamiento.

- Lucha similar al estilo greco-romano, con reglas aparentemente poco formales, y sin mucho pero de hacer daño al compañero.


De otro lado, hoy visitamos a los misioneros que llevan tiempo en su trabajo con los Nukak para ver qué apreciaciones podían tener sobre la malaria. Dijeron que siempre han padecido la enfermedad, y que antes lo hacían de manera asintomática. Sugirieron que la enfermedad se activa entre ellos cuando hay infección por otra causa y se bajan las defensas. Los misioneros son, sin lugar a dudas, la única población de la que tengo conocimiento, que presentan una incidencia de malaria todavía mayor a la de los Nukak: el uno, con 14 años de experiencia, comentó haber sufrido más infecciones de las que puede contar un ser humano, mientras que el segundo dijo haber tenido múltiples recaídas por el tipo vivax.


En la noche llegaron los adultos hombres, aunque no todos, algo copetones y con regalos para mujeres y niños. Dejamos el asentamiento en medio de la cacofonía piromaniáca de bengalas con algunas reflexiones en mente:


- La noche de los Nukak no se ha transformado tanto como argumenta todo el que usa la palabra "cultura".

- El uso de mosquiteros resulta, por no decirlo de otra manera, desatinado como estrategia para el control del paludismo.

- Debemos aprender mejor su lengua para evitar confusiones innecesarias.

- El modelo de salud actual está lejos de servir para esta población, incluso en su faceta más sedentaria.


san josé 286433834795878732

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