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Una sana competencia

Hace unas semanas Lorenzo Morales publicó una certera y bienaventurada carta a la editora de Don Juan, con motivo de un artículo sobre su galardonado reportaje, El oro verde. La razón, según yo entiendo, que la revista deshonra los principios básicos del buen periodismo al citar su obra fuera de contexto, y sobre todo, al no visitar el lugar del que reporta. En uno de los últimos números repiten con creces los logros que Lorenzo critica, con una pieza de museo sobre los Nukak. Resulta pertinente recordar que mis principios periodísticos son bastante más laxos que los de Lorenzo, y aún así la considero baja y ruin la nota, sobre todo porque aún a pesar de intentar abordar con respeto la problemática Nukak, refuerza todos los estereotipos culturales culpables de la precaria situación del pueblo Nukak. A raíz del artículo -que está en la revista que robó Alison en Cartagena - hablamos sobre las técnicas de cacería y nos preguntamos qué tan certeros eran con la cerbatana. Y como dice mi presidente, mejor hacer que decir, luego me puse en la tarea de organizar un torneo de tiro al blanco. Mal hecho no haberlo pensado antes, porque no hubo otra manera de realizarlo más que poner por blanco la tabla que usamos para tomar notas. Eso sí, la comunidad rápidamente se alineó para demostrar sus dotes cazadores. Más impresionante que su puntería (pues yo también logré pegarle al blanco) es la fuerza de pulmones (o diafragma), pues los dardos atravesaron la tabla con facilidad cuando soplaban ellos, mientras que los míos rebotaban y causaban risas entre las chicas. Lo cierto es que lejos de las incómodas situaciones que suscita el trabajo de campo, juegos como este pueden ayudar a cosas sencillas como aprender los nombres de los participantes, y a cosas más complejas como aproximar la calidad de un cazador (una de las principales preocupaciones de la ecología humana). Nuestra llegada, al calor de una lluvia llanera, nos obligó a refugiarnos en sus casas de manera inmediata. Aprovechamos el tiempo para hablar un rato, y en medio de cosas, les mostré fotos de Anat y de mi sobrina Paz. Les interesó mucho verlas, cosa que había leído en etnografías anteriores, pero que por algún motivo no había pensado. Es curioso que en medio de las preocupaciones por realizar un buen trabajo cosas como compartir cosas personales pasen a un segundo plano, cuando son ellas precisamente las que nos permiten entender mejor a otros seres humanos.
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