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50 tonos de maíz




No es solo porque estoy en ácidos, pero creo que he descubierto el plan maestro para dominar el mundo de los estadounidenses. Las largas antenas que se yerguen de los campos de maíz hacia el infinito (y que por las noches iluminan como pista de aterrizaje) y los extensos cultivos de no son más que las herramientas para abrir un portal intergaláctico. Ayer, en medio de un parque de diversiones acuáticas, decidimos darle buen uso al elemento psicoactivo que hace  meses heredé de Malu, el oráculo californiano. Dicen que la dosis es de vital importancia para la experiencia. La nuestra fue lamber hasta la última gota de una navaja que se encontró Jimi en el camino, tras cortar el recipiente con ella misma. Ni una más, ni una menos, apenas lo justo.

En cuestión de minutos nos encontrábamos flotando plácidamente entre piscinas de olas y toboganes que parecían un gran sanitario. ¡Flush! Los cuerpos deformes del campesinado marciano, lejos de producir un Nairo Quintana, exacerbaron la experiencia. Si quieren pruebas de que hay vida en otros planetas, no tiene uno sino que venir a Iowa, comerse un ácido, y darse cuenta. Hace rato conviven entre nosotros. 

En el plano sideral, un desfile de nubes con formas de dragones y Ganesha cabalgaban sobre nuestras cabezas. Y lo más inverosímil es que nadie más se percataba. El desfile de deidades, poco a poco, derivó en tormenta y nos tocó salir del parque "Los Island", que dicho sea de paso, tenía un nombre muy bien puesto.

Para escampar, dejamos la autopista y buscamos refugio en Gilbertville, donde pasado el ciclón, se abrió el cielo en un destello de colores y sabores. Nubes con sabor a caramelo, con las que ni Willy Wonka habría soñado. Y un arco iris completo y que parecía encender en llamas los cultivos. 

En un restaurante, asadero de familia atendido por sus dueños (hombre y mujer, más un hijo por cada año de matrimonio) departimos un rato con locales, aunque la interacción no fue muy articulada. Muy a pesar de mis aclaraciones de no comer lácteos, la hamburguesa con triple carne llegó cargada de queso; no así el anillo de cebolla que me compartió de su propio plato el dueño, sobre el cual hizo la aclaración que tenía huevo, por si acaso.

A diferencia de Nebraska, donde muy a pesar de las intenciones, Jimi durmió todo el camino, Iowa le brinda al transeúnte la posibilidad de estar muy cerca de un portal intergaláctico. Al igual que la prostituta de un puerto, tal vez no tenga uno la posibilidad de viajar al cosmos, pero por lo menos se pueden oír historias de otros mundos. Lo cierto es que a pesar de ser sólo maíz, hay diferencias radicales entre Iowa y Nebraska. 



diarios de subaru 5219066466915670777

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