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Gloriosa Queja

Inevitable comentar las cremosas ironías que dejaron como participación algunos visitantes:

"Tal vez podría invertir mejor su tiempo, e informarse sobre los mecanismos que tiene para poner su preocupante queja, antes de consultarle a sus cultos lectores. La Superintendencia de Industria y Comercio podría ubicarlo un poco y ayudarle con su rabieta. Y..... aprenda a escribir."

¿Invertir YO mejor mi tiempo? Mírese usted, con todo respeto, en el reflejo de su pantalla cuando lea las bobadas de esta página en el trabajo. Ya que es dado a ver las vidas de otras personas con la óptica de la productividad, seguro que puede bajar un par de peldaños al hacer lo propio con la suya, para recibir esta respuesta. Sobre su comentario, claro, siempre puedo yo ir y averiguar las cosas que me pregunto, pero entonces no tendría blog, ni usted una manera de desperdiciar el tiempo que se paga con el dinero del contribuyente (porque si mal no estoy usted es funcionario público). Afortunadamente hay amables y diligentes lectores que hacen posible el diálogo en torno a mi ignorancia. Pero, tranquilo, no se sienta aludido, ni por lo de amable, ni por lo de diligente: otra persona, antes que usted, investigó el tema a fondo, y concluyó que no era posible interponer algún tipo de acción legal pues parte de las condiciones del producto es que los organizadores pueden cambiar el lugar del espectáculo sin consultarlo (asunto que, a mi modo de ver, merece alguna línea, pues el concierto ya va en el Campín). Como ve, cada cual hace de su culo un florero, y así como usted decide ocupar el tiempo que NO tiene libre en su oficina, hay personas para quienes mi pregunta (esa que usted llama una rabieta), representa un desafío. Algo así como la República de las Letras de la que tanto habla Stephen J. Gould, en la que formula preguntas para que las respondan sus lectores. Necesario guardar las proporciones, en todo caso, y llamarla República Desparche, o algo por el estilo.
Del otro comentario, algo más personal, rescato el ataque a mis maneras burguesas. En primer lugar, porque la diferencia que hay entre cualquier persona que lea esta página y yo es insignificante comparada con la verdadera desigualdad que hay en Colombia. Luego, pelear por cuál de nosotros es más rico resulta bastante ridículo, sobre todo si se discute en torno a uno de los más graves problemas de nuestra sociedad: la miseria. A mi modo de ver, resulta más noble asumir la posición afortunada en el caldo que tenemos por cultura, y no ponerme en una falsa posición de empatía con los pobres, o, en otras palabras, usarlos como bandera. En segundo lugar, porque la crítica se hace desde un lugar hipotético en el que lo noble es renunciar a los privilegios, algo así como que si el crítico estuviera en una posición más cómoda, renunciaría a las comodidades por convicción moral. Acá, todos somos burguesitos. Algunos con delirio de escritor frustrado, y que cargan la patética melancolía de haber llegado tarde a la vacante de empleo como niño terrible que se ganó Antonio Caballero. Otros, como usted, no tienen esa suerte.
Lo que no entiendo, eso sí, es que se crean perspicaces al llamarme criticón. Es una afirmación casi tan notable como las críticas de Fernando Vallejo a nuestros políticos (que son ladrones). No quisiera ser sarcástico, pero resulta difícil: ¡esta página se llama Supercontra, y tiene por ícono un personaje frente al Muro de los Lamentos! Quejarse de las quejas acaba por parecerme de mal gusto. Y es que, ¿quién dijo que quejarse tiene algo de malo? ¿Por qué, de repente, ese estigma contra las personas que intentan señalar al culpable para que lo linchen? Quejarse es algo tan natural, que Dios le dio el don especial a la mitad de la población: hizo las mujeres. Y como yo soy un hombre feminista, me entrené en la técnica. Como dicen Dirk Diggler y los X-men: todo el mundo tiene un talento. Algo que hace mejor que cualquier otra persona. Hace unos días conocí una niña que podía comer corazones de piña sin cortarse la lengua, y unos años atrás vi en un bus bogotano a quien bien podría ser considerado el Jimi Hendrix de las maracas en un conjunto de música llanera. Mi talento es el arte de la queja.
Si es útil o no, es otro problema. Podría decir que soy un fiel seguidor del estilo de vida de Ghandi o algo por el estilo, pero la verdad es que lo hago con placer infinito. En todo caso, me parece que eso de la queja le hace algo de bien al mundo. Si lo piensan, ¿qué mejor analogía para la función social de las ONGs que la esposa de un borracho, con rodillo en mano y dando cantaleta? Es curioso que ser criticón no fuera una virtud en la antigua Grecia. Seguro que también es culpa de Aristóteles, y de ahí en adelante no fue necesario sino ver la decadencia, pues se satanizó al verdadero agente de la democracia: el Homo quejumbrosum.

Reencaucho dos posts anteriores, para rematar este arrebato de egolatría sin la más mínima vergüenza: con autocitas. El primero, El Muro, en cordial muestra de agradecimiento a quienes dejaron en esta página parte de su flora intestinal a manera de comentario, pero sobre todo para invitarlos a criticar cosas más interesantes que esta página. El segundo, el manifiesto supercontra, para que tengan un poco más claro que si algo podrán encontrar en esta página, son quejas arbitrarias y apoyo a causas perdidas. Gracias por sus sentidas contribuciones.

supercontra: ¿Quejas y reclamos? Diríjalos al muro

supercontra: Guerrilleros del Cyberespacio: Manifiesto Supercontra

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