Principio de incertidumbre
Columnistas, bloggers y celebridades se han apresurado en divulgar
sus preferencias electorales. Sin embargo, una cosa es decir por
quién piensa votar uno, y otra muy diferente es llegar a hacerlo. No
sólo se interpone entre la intención y el voto una serie de
accidentes y coincidencias que seguro impedirá votar a la mitad, sino
que una vez en el recinto de cartón los colombianos seremos expuestos
a un cuadernillo más difícil de entender que el manual de
instrucciones de un electrodoméstico importado de la China. Si del
I.C.F.E.S. podemos deducir que el 97% del país no tiene comprensión
elemental de la idea principal de un párrafo, mucho menos se puede
esperar que entiendan el concepto bicamaral y la complejidad del
tarjetón actual. Mi veredicto es que si cuando menos la mitad de los
votos no son anulados por algún error de parte del elector, será
evidente que esa mitad de la población contó con, digamos,
"asesoría", para solucionar la avalancha de candidatos y de listas.
Si no es así, o si los "asesores" son tan torpes como las últimas
noticias nacionales los hacen parecer, podemos contar con varias
sorpresas de la mano del acto democrático que bien han comparado en
tono nostálgico algunos analistas con la virginidad: el voto a
consciencia.
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