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Arbitrariedades terapéuticas

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Escribe Louis Menand, en su reseña de Acid Redux en The New Yorker, que la psicología fue durante un tiempo lo que hoy es la genética. Si bien hoy encontramos la explicación para cualquier cosa en los genes, hace un tiempo todo estaba en la cabeza.

Crecieron los institutos de psicología como ninguna otra área de estudio en su tiempo, y según la fuente inagotable de datos curiosos (Tomás), la adopción de la práctica portuguesa de la lobotomía en Estados Unidos fue tan desmesurada que se llevaba a cabo en niños hiperactivos (algo así como el Prozac hoy en día).

Y al igual que Cocodrilo Dundee, quien planea hacerse católico al final de su vida "por si acaso va y es cierto" (traducción mía), el asunto es un claro ejemplo de lo arbitrarias que resultan nuestras convicciones. Al igual que para nosotros, colombianos, la discusión es si Uribe es bueno o no para la patria mientras en un espacio legal hay un juez que tiene que elegir entre Popeye y Santofimio, la mayoría de las preocupaciones fundamentales que tiene la Humanidad (y el conocimiento que representa) podrían solucionarse con los dados.

El Competitive Enterprise Institute (CEI), por ejemplo, sostiene que hay un complot en el que están vinculados científicos y políticos para reducir el consumo de CO2, eso que "ellos llaman polución, pero que nosotros llamamos vida"(he acá unos videos impactantes). Según ellos, el dióxido de carbono es lo que exhalamos los animales y lo que respiran las plantas (fundamentado en la equivocada noción general de que el reino vegetal produce oxígeno del dióxido de carbono, cuando realmente lo acumula mientras crece, al igual que los animales). Según anuncian en comerciales que serán transmitidos en Estados Unidos próximamente, los combustibles hacen andar trenes, iluminan ciudades como Las Vegas, y nos liberan del yugo del trabajo manual (cuando, realmente, son los mejicanos).

Pero, tal vez, las doctrinas otorguen paz mental. Tal vez sentir algo similar a Navidad en el mundial sea algo humano, así Sepp Blatter haya otorgado licencias de transmisión por (literalmente) un dólar, a empresas con las que tenía vínculos en el Caribe. Tal vez Eduardo Arias tenga que demandar espíritu deportivo de Mauro Camoranesi por criticar a Trinidad, cuando el Boca al que tanta devoción le profesa realmente es un ejemplo de soberbia y pelea callejera y el Inter que tanto adora es un pálido reflejo de aquel corrupto y elitista equipo de hace varias décadas. Y tal vez Antonio Caballero tenga que criticar la estructura social de Colombia para después atiborrarse de exquisiteces en haciendas bogotanas. Tal vez Fernando Vallejo tenga que creer que a Colombia la mantienen dineros de "remesas" como las que él manda, y Soho y El Malpensante deban consolidarse como críticas a estereotipos cuando cualquier argumento en ellas parece ser sacado del cajón de la abuelita.

Tal vez, como para Hemingway, no haya autores vivos. Sin embargo, siempre es un placer encontrarle el quiebre a la regla. Desde hoy en los vínculos de Supercontra un humilde tributo a Luis Menand, dulce artesano de la palabra, y una muy cordial dedicatoria a una desconocida que pasa por un mal momento y cuya escritura me sedujo hace unos meses.

Estimada Padawan: también tuve la mala fortuna de pasar por la morfina y la codeína en un ámbito médico, y es cierto que son como tener pesadillas despierto. Sin embargo, no es sino leer a Poncho Rentería para ver que hay cosas peores (imagine, por ejemplo, Being John Malkovich con Julito como protagonista). Servirá de poco, pero con la más profunda admiración le mando un caluroso abrazo.

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1 comment

Anonymous said...

muchas muchas gracias, mr. supercontra, es usted un sol.

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