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La ciudad de la eterna soltería

Las primeras evidencias sobre el tema fueron vagas, y bajo ningún punto de vista habrían permitido prever lo que sucedería. Sin embargo, las tendencias cada vez fueron más claras. Primero, ráfagas de noviazgos acabando súbitamente. Los documentos más antiguos, naturalmente, corresponden a revistas de adolescentes en las que se daban algunas pautas para tratar el problema. Rupturas masivas generaban depresiones generalizadas, ausencias de cursos enteros a la escuela, y disparaban algunos casos de esquizofrenia. El fenómeno, posteriormente, se extendió a las relaciones matrimoniales, asunto que ya despertó el interés de varios sectores sociales. La Iglesia, por un lado, utilizó el pánico general para consolidarse y ganar adeptos, cosa que logró por un tiempo pero que no pudo evitar el posterior colapso absoluto. El pánico y la anarquía reinaron, mientras los noticieros de todo el mundo reportaban al público desconcertado. En las principales ciudades del mundo reinaba el desespero y la falta de esperanza. Hong-Kong, París, Nueva York, San Francisco, y de ahí en adelante. Hasta el Tíbet fue presa de la epidemia.

Cuando la ciencia decidió abordar el problema, ya fue demasiado tarde. Los primeros estudios estructurados demoraron un par de años, y no pudieron hacer más que explicarlo todo con una nueva teoría: la resonancia social. Sostenían que al igual que la materia, las redes sociales eran compuestas por energía. De alguna manera, al pasar el equivalente a una masa crítica las redes sociales desaparecían espontáneamente. Internet, las telecomunicaciones, la saturación de conexiones en el mundo había traído consigo la hiperconectividad, algo parecido a la superinflación. La gente se comunicaba y se entendía, pero aparentemente era totalmente incapaz de comunicar emociones. Sicólogos, físicos, antropólogos y astrólogos, todos formularon teorías. Algunos llegaron a llamarlo un segundo renacimiento. Otros, la adolescencia de la Humanidad, porque pensaron que ya estaba bastante madura como para seguir quitándole años.

Fue probablemente en el Medio Oriente donde empezaron las prácticas de aislar los casos nuevos para prevenir las dispersiones. Su efectividad fue evidente. Los resultados, elocuentes. Rápidamente los países cambiaron sus cartas magnas. Las Naciones Unidas declararon emergencia internacional, y abrieron canales de ayuda para los países en desarrollo. Los despechados eran tratados como amenazas sociales y eran enviados a pueblos particulares. Por el mundo entero se reservaron, primero municipios, y después ciudades enteras para recluir a quienes padecían mal de amores. Algunos fueron invadidos por las drogas y la prostitución, y otros por los últimos núcleos de las religiones que sobrevivieron en las que convivían líderes religiosos de todas las formas de espiritualidad. Hubo tregua entre musulmanes y judíos, y prosperaron tan rápidamente que decidieron invadir el mundo. Estados Unidos, presa del pánico, no supo qué hacer, y por medio de un plebiscito decidió entregarle el control al nuevo imperio árabe-judío.

Accidentalmente, en una temporada de tormentas del Caribe, un crucero imperial en el que iba el último premio Nobel de literatura fue desviado a Colombia. Algunos de los tripulantes viajaron a Bogotá, y el mundo entero puso sus ojos sobre la ciudad desde entonces. El despecho, por algún motivo, permanecía estable en la ciudad, que parecía ser un hoyo negro en medio de la epidemia. Toda la gente padecía algún mal, pero por algún motivo la condición jamás empeoraba. Llegaron a ella poetas de todo el mundo y la llamaron La ciudad de la eterna soltería. Hubo una fascinación general por la cultura local y su simpleza. Se abrieron los museos más grandes del mundo, y se hicieron películas y videojuegos al respecto. Intelectuales y científicos se dedicaron a estudiarla, y sin embargo jamás logró esclarecerse el gran enigma: ¿qué cosas eran diferentes específicamente de la ciudad y su cultura como para que fuera un punto muerto de la epidemia?

Finalmente todo se estabilizó, y tanto Bogotá como Colombia volvieron a su rutina diaria. La época anterior al fenómeno es conocida como la Era Plateada de la ciudad, y desde entonces se le conoce como La Ciudad de la Eterna Soltería. Algunos insisten en fingir que son felices en sus relaciones conyugales. Otros, realmente lo piensan. Algunos, desde que se reportó el fenómeno, viven más tranquilos sin pareja, y unos pocos mal informados siguen intentando conocer a alguien.

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