superhombres y antropólogos
https://supercontra.blogspot.com/2006/07/superhombres-y-antroplogos.html
Sostiene Chespirito que los superhéroes como Supermán no son valientes justamente porque son invulnerables. Tal vez por eso haya personas que prefieren a Batman, con precisiones tan sutiles como el de Adam West sobre el de Tim Burton. Imagino que yo no he sido el único en encontrar paralelos entre Clark Kent y nuestro presidente (desde el cachumbo enroscado, hasta la capacidad para decir ridiculeces). Y más nos vale estar preparados, porque si con ver en el mismo mes el despliegue técnico de los Juegos del Caribe y el mundial de Alemania se le ocurrió que Colombia podía ser sede, sólo su abuela sabrá lo que imaginará cuando vea la película del nuevo superhombre.
Afortunado, en todo caso, que a nadie se le haya ocurrido hacer la película bajo el supuesto de que el meteorito llegara a Colombia. Seguro muy pronto empezarán a circular mensajes de correo sobre lo que habría sido el resultado, caricaturizando todas esas cosas de nuestra identidad que negamos cuando conocemos extranjeros. Pero en realidad los resultados habrían sido mucho más deprimentes que la triste muerte de Christopher Reeve, ad portas de desarrollos científicos que le habrían podido salvar la vida, pero que el presidente Bush acaba de tumbar. Yo, personalmente, creo que la leyó sólo y nadie tuvo la oportunidad de explicarle. Nosotros tenemos la ventaja de contar con hombres de carne y hueso, como Manuel Rodríguez, que se toman la molestia de explicarle al gobierno que la resolución que deroga la prohibición de residuos peligrosos es una aberración sin precedentes.
En todo caso, no significa eso que no tengamos superhéroes. Sé de reuniones en las que Antanas Mokus, con algunos tragos más de la cuenta, acaba por confesar que él es el superhombre de Nietzsche (seguramente, olvidando que ya cuenta con un alterego de nombre supercívico). Ni siquiera entraré a discutir casos como el de Goyeneche o Regina 11 (que más parecen parte de los archienemigos del Batman de Adam West). Quiero resaltar una injusticia que tiene incluso menos fundamento que etnocentrismo gringo de pensar que todos los encuentros con formas de vida inteligentes de otros planetas sucederían siempre en su territorio. Esta es, que de alguna manera todos los superhéroes están asociados al trabajo científico: el papá de Supermán era reconocido en Krypton, el Hombre Araña, Flash (no Gordon, sino el que corre), Wolverine, entre muchos otros.
Sin embargo, ninguno de ellos está asociado a una ciencia social, como por ejemplo, mi amada antropología. No hay un caso de un tipo del calibre de, digamos, Clifford Geertz (uno de los pocos antropólogos sensatos), a quien le caiga un rayo y repentinamente tenga el superpoder de entender a todo el mundo, o de hacer que la gente se comunique con mayor facilidad. Que las petroleras y los indígenas puedan trabajar juntos, y que a los ladrones los entienda la sociedad. ¿Indiana Jones? preguntarán ustedes. Pues para todos los que estudiamos antropología, creo, sirve efectivamente de ejemplo para hacer entender a la gente lo que NO hace un antropólogo. Además, él es arqueólogo, rama de excéntricos dados a escribir bajo influencia de alucinógenos.
Y con un superantropólogo, resultaría un poco ridícula la idea de ir volando por ahí tratando de salvar a todo el mundo. Un desperdicio de energía, una muy evidente falta de clase andar solucionando las cosas a los puños. Yo, incluso, tengo mis sospechas de que Elena Uprimni lleva una vida doble como paladín de la justicia al estilo de la película francesa Irma Vep. Que los dioses nos libren, en todo caso, de que personajes como varios de los antropólogos de cabecera en Colombia acaben con poderes, y por ende egos aún más grandes.
Sin embargo, sí parecemos haber desarrollado una lista larga de archienemigos de la sociedad con poderes derivados de las ciencias sociales, que se imaginan a sí mismos como grandes altruistas dedicados a ver por los bienes públicos, que lanzan piedras en nuestro nombre y que se creen parte de una novela de Raymond Chandler.
Supercontra se adhiere al intento de Manuel Rodríguez por entenderse y comunicarse con la gran secta de Uribia, casi a manera de protagonista en las películas de zombies. Al mejor estilo de Chespirito, sin ningún superpoder intenta tomar el toro por los cuernos.
Afortunado, en todo caso, que a nadie se le haya ocurrido hacer la película bajo el supuesto de que el meteorito llegara a Colombia. Seguro muy pronto empezarán a circular mensajes de correo sobre lo que habría sido el resultado, caricaturizando todas esas cosas de nuestra identidad que negamos cuando conocemos extranjeros. Pero en realidad los resultados habrían sido mucho más deprimentes que la triste muerte de Christopher Reeve, ad portas de desarrollos científicos que le habrían podido salvar la vida, pero que el presidente Bush acaba de tumbar. Yo, personalmente, creo que la leyó sólo y nadie tuvo la oportunidad de explicarle. Nosotros tenemos la ventaja de contar con hombres de carne y hueso, como Manuel Rodríguez, que se toman la molestia de explicarle al gobierno que la resolución que deroga la prohibición de residuos peligrosos es una aberración sin precedentes.
En todo caso, no significa eso que no tengamos superhéroes. Sé de reuniones en las que Antanas Mokus, con algunos tragos más de la cuenta, acaba por confesar que él es el superhombre de Nietzsche (seguramente, olvidando que ya cuenta con un alterego de nombre supercívico). Ni siquiera entraré a discutir casos como el de Goyeneche o Regina 11 (que más parecen parte de los archienemigos del Batman de Adam West). Quiero resaltar una injusticia que tiene incluso menos fundamento que etnocentrismo gringo de pensar que todos los encuentros con formas de vida inteligentes de otros planetas sucederían siempre en su territorio. Esta es, que de alguna manera todos los superhéroes están asociados al trabajo científico: el papá de Supermán era reconocido en Krypton, el Hombre Araña, Flash (no Gordon, sino el que corre), Wolverine, entre muchos otros.
Sin embargo, ninguno de ellos está asociado a una ciencia social, como por ejemplo, mi amada antropología. No hay un caso de un tipo del calibre de, digamos, Clifford Geertz (uno de los pocos antropólogos sensatos), a quien le caiga un rayo y repentinamente tenga el superpoder de entender a todo el mundo, o de hacer que la gente se comunique con mayor facilidad. Que las petroleras y los indígenas puedan trabajar juntos, y que a los ladrones los entienda la sociedad. ¿Indiana Jones? preguntarán ustedes. Pues para todos los que estudiamos antropología, creo, sirve efectivamente de ejemplo para hacer entender a la gente lo que NO hace un antropólogo. Además, él es arqueólogo, rama de excéntricos dados a escribir bajo influencia de alucinógenos.
Y con un superantropólogo, resultaría un poco ridícula la idea de ir volando por ahí tratando de salvar a todo el mundo. Un desperdicio de energía, una muy evidente falta de clase andar solucionando las cosas a los puños. Yo, incluso, tengo mis sospechas de que Elena Uprimni lleva una vida doble como paladín de la justicia al estilo de la película francesa Irma Vep. Que los dioses nos libren, en todo caso, de que personajes como varios de los antropólogos de cabecera en Colombia acaben con poderes, y por ende egos aún más grandes.
Sin embargo, sí parecemos haber desarrollado una lista larga de archienemigos de la sociedad con poderes derivados de las ciencias sociales, que se imaginan a sí mismos como grandes altruistas dedicados a ver por los bienes públicos, que lanzan piedras en nuestro nombre y que se creen parte de una novela de Raymond Chandler.
Supercontra se adhiere al intento de Manuel Rodríguez por entenderse y comunicarse con la gran secta de Uribia, casi a manera de protagonista en las películas de zombies. Al mejor estilo de Chespirito, sin ningún superpoder intenta tomar el toro por los cuernos.
Post a Comment