Meditaciones chocolatinas
https://supercontra.blogspot.com/2007/01/meditaciones-chocolatinas.html
La televisión británica ha sido en los últimos días protagonista, una vez más, de un escándalo que involucra en los tabloides sensacionalistas las relaciones entre dos países. Sucede que en uno de los capítulos de Big Brother UK participaba una reconocida actriz de Bollywood, quien en medio del melodrama típico de estos programas fue víctima de insultos. La fluidez de la contraparte, seguramente basura clase media inglesa (mucho más deplorable, en mi humilde opinión, que la apaleada clase media gringa), dio para insultos de calibre "india hijueputa" (traducción libre). El asunto, rápidamente, acabó en el fértil y ambiguo terreno de la discriminación, al punto de ser tema de discusión en la visita de quien es considerado el sucesor del señorito Blair a India. Novelón internacional, en el cual una de las comunidades más tribales y racistas reclama justicia. Casi tan irónico como las noticias colombianas.
En un experimento poco conocido de las ciencias cognitivas, exploraban la capacidad para contar que tienen nuestros primos más cercanos (los chimpancés, no los uribistas). El simio fue capaz de señalar el plato con más chocolates para ganar el jugoso bocado. Después uno con piedras que representaban los chocolates, y posteriormente, aprendió efectivamente a utilizar los símbolos. Al realizar el experimento opuesto (le darían el plato que él señalara a un simio vecino, alias Chupeta) y se quedaría él con el restante. Nuestro amigo uribista pudo señalar el plato con la cantidad representativa de menos chocolates siempre que se utilizaran símbolos, pero ante un plato con la sutileza gastronómica fue incapaz de señalar el que menos emanems tenía, y tuvo que ver siempre a su compañero de celda deleitarse con el cremoso bocado.
En general, la división entre antropología biológica y cultural es entendida en términos de su objeto de estudio: mientras una al parecer tiene por objeto analizar los patrones de conducta y explicarlos en términos evolutivos, la otra se preocupa por los regímenes de representación. Surge entonces la curiosa dicotomía entre cultura y naturaleza, que ya es un tema de cajón pero que todavía marca una diferencia entre varias líneas teóricas. Sin embargo, cualquier reflexión sincera sobre la cultura humana debe llevarnos una inevitable conclusión: los humanos, lejos de bloquear la sinrazón de los caprichos animales, los representamos culturalmente. No es sino ver la Biblia del conocimiento criminal, CSI, para ver cómo todos los asesinatos tienen motivos pasionales o económicos. Yo incluso considero importante analizar el gusto que tiene matar (como lo hacen los niños con insectos) para abordar un conflicto armado en aras de una solución, pues sus agentes descuartizan personas como cucarrones.
El racismo, por ejemplo, es uno de los fenómenos culturales más importantes; fundamento del objeto por excelencia de la antropología cultural: la alteridad. En términos genéticos, una comunidad de chimpancés (uribistas o de la oposición) tiene más diversidad genética que la totalidad de la especie humana. Sin embargo, ni eso, ni las leyes internacionales impiden que una europea clase media desprecie una diva india. Mientras tanto, la comunidad tribal más grande que conoce el planeta (con un sistema de castas y con términos despectivos para designar a las mujeres que nacen fuera de su tierra y tienen novios no indios) reclama igualdad. Las leyes, lo prohiben. La audiencia y el rating lo financian.
Y todo, porque hace medio siglo un austriaco loco empezó a matar gente por la forma que tuvieran en el pito, pero nadie piensa que lo malo no es el racismo sino el uso que se hace de él. Acá se mata por las tierras, por la plata, por secretos, o porque el hijo del presidente salió marica.
Pero el bruto sigue siendo el chimpancé, que no puede señalar el plato con menos chocolates.
En un experimento poco conocido de las ciencias cognitivas, exploraban la capacidad para contar que tienen nuestros primos más cercanos (los chimpancés, no los uribistas). El simio fue capaz de señalar el plato con más chocolates para ganar el jugoso bocado. Después uno con piedras que representaban los chocolates, y posteriormente, aprendió efectivamente a utilizar los símbolos. Al realizar el experimento opuesto (le darían el plato que él señalara a un simio vecino, alias Chupeta) y se quedaría él con el restante. Nuestro amigo uribista pudo señalar el plato con la cantidad representativa de menos chocolates siempre que se utilizaran símbolos, pero ante un plato con la sutileza gastronómica fue incapaz de señalar el que menos emanems tenía, y tuvo que ver siempre a su compañero de celda deleitarse con el cremoso bocado.
En general, la división entre antropología biológica y cultural es entendida en términos de su objeto de estudio: mientras una al parecer tiene por objeto analizar los patrones de conducta y explicarlos en términos evolutivos, la otra se preocupa por los regímenes de representación. Surge entonces la curiosa dicotomía entre cultura y naturaleza, que ya es un tema de cajón pero que todavía marca una diferencia entre varias líneas teóricas. Sin embargo, cualquier reflexión sincera sobre la cultura humana debe llevarnos una inevitable conclusión: los humanos, lejos de bloquear la sinrazón de los caprichos animales, los representamos culturalmente. No es sino ver la Biblia del conocimiento criminal, CSI, para ver cómo todos los asesinatos tienen motivos pasionales o económicos. Yo incluso considero importante analizar el gusto que tiene matar (como lo hacen los niños con insectos) para abordar un conflicto armado en aras de una solución, pues sus agentes descuartizan personas como cucarrones.
El racismo, por ejemplo, es uno de los fenómenos culturales más importantes; fundamento del objeto por excelencia de la antropología cultural: la alteridad. En términos genéticos, una comunidad de chimpancés (uribistas o de la oposición) tiene más diversidad genética que la totalidad de la especie humana. Sin embargo, ni eso, ni las leyes internacionales impiden que una europea clase media desprecie una diva india. Mientras tanto, la comunidad tribal más grande que conoce el planeta (con un sistema de castas y con términos despectivos para designar a las mujeres que nacen fuera de su tierra y tienen novios no indios) reclama igualdad. Las leyes, lo prohiben. La audiencia y el rating lo financian.
Y todo, porque hace medio siglo un austriaco loco empezó a matar gente por la forma que tuvieran en el pito, pero nadie piensa que lo malo no es el racismo sino el uso que se hace de él. Acá se mata por las tierras, por la plata, por secretos, o porque el hijo del presidente salió marica.
Pero el bruto sigue siendo el chimpancé, que no puede señalar el plato con menos chocolates.
1 comment
Uaauu... que forma de escribir.. felicitaciones.
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