Crónicas marcianas: Los noventas fueron una apologia india
https://supercontra.blogspot.com/2007/05/cronicas-marcianas-los-noventas-fueron.html
En la década de los noventas, además de muchas otras desgracias que advinieron sobre la humanidad, un esbelto personaje con estilista paisa y guardarropas de Top Gun sedujo a las madres colombianas (gran motor de la economía latinoamericana, en mi humilde opinión). Además de Julito, por supuesto, pero no tan diabólico. Fijó un estereotipo para el gran imperio sólo superado hasta la llegada de Seinfield, a pesar de tener también apellido de inmigrante. Mi madre, como las hermanas de Marge, fue una de muchas mujeres que cayeron rendidas a sus encantos y por ser en años donde había un sólo aparato de televisión por núcleo familiar, todos crecimos con su astucia: McGyver.
El supuesto exagente de la CIA, que jamás superó la etapa de exploradorcito, iba por el mundo derrotando imperios terroristas y malandrines de toda índole, con la creatividad del Coyote (aunque un poco más afortunado) y una navaja. Nada de "zapatos con cohetes marca ACME"; el ingenioso rebelde sin causa se las arreglaba con un par de Nike Air y un aerosol gastado. Un ser único.
¿Único? Tal vez no cuenten con un peinado que presagiara el de Beckham, calcen zapatillas marca Ribok, y tengan pieles más oscuras, pero es necesario romper el mito: McGyver no es más que un refinado ejemplo de los 1.200 millones que habitan la India.
Sólo a McGyver, o a un indio, se le ocurre tapar un escape de gas con chicle, arreglar un transformador de alta tensión con un gancho de ropa, o enriquecer el combustible de su auto con mantequilla refinada. A falta del cuchillo oficial del ejercito suizo, una cuchilla Minora (de filo gastado) encabeza la lista de objetos imprescindibles para los nativos de estas tierras. No tener cédula, o documento de identificación, es algo que no trasnocha a nadie en el subcontinente. De hecho, mis informantes han llegado a concluir que hasta no cumplir la mayoría de edad el estado no otorga ningún tipo de documento, y como seguro eso de los años acá no se lleva con mucho rigor, el dato de los 1.200 fácilmente podría ser un mito. Sin embargo, todo indio y sin importar raza, credo o estrato, porta entre sus útiles una cuchilla para solucionar lo que depare este país de aventura continua.
La lista se complementa con hilo, siempre y cuando no sea de buena calidad para que toque darle muchas vueltas, una bolsa plástica, preferiblemente con un hueco discreto pero contundente, y no menos de 200 diminutas esquinas de papel mal recortadas con información de vital importancia.
Volviendo a McGyver, ¿único? Acá se morirían de la risa de lo poco ingenioso. ¿Para qué cargar esa navajota? Me atrevo a asegurar que acá jamás gozó de rating, y si lo hizo, fue en calidad de programa didáctico, a manera de Profesor Yarumo. Mejor aún, como Julito, pero no Sánchez, sino el torpe campesino al que una de cada tres palabras que le dirigía el profesor que intentaba educarlo era un simple y llano "bruto" (¿tiene alguien una muestra de tal atropello contra el campesinado colombiano para montar en YouTube?).
En todo caso, lo siento mucho querida madre, McGyver es un indio, por donde se le mire.
El supuesto exagente de la CIA, que jamás superó la etapa de exploradorcito, iba por el mundo derrotando imperios terroristas y malandrines de toda índole, con la creatividad del Coyote (aunque un poco más afortunado) y una navaja. Nada de "zapatos con cohetes marca ACME"; el ingenioso rebelde sin causa se las arreglaba con un par de Nike Air y un aerosol gastado. Un ser único.
¿Único? Tal vez no cuenten con un peinado que presagiara el de Beckham, calcen zapatillas marca Ribok, y tengan pieles más oscuras, pero es necesario romper el mito: McGyver no es más que un refinado ejemplo de los 1.200 millones que habitan la India.
Sólo a McGyver, o a un indio, se le ocurre tapar un escape de gas con chicle, arreglar un transformador de alta tensión con un gancho de ropa, o enriquecer el combustible de su auto con mantequilla refinada. A falta del cuchillo oficial del ejercito suizo, una cuchilla Minora (de filo gastado) encabeza la lista de objetos imprescindibles para los nativos de estas tierras. No tener cédula, o documento de identificación, es algo que no trasnocha a nadie en el subcontinente. De hecho, mis informantes han llegado a concluir que hasta no cumplir la mayoría de edad el estado no otorga ningún tipo de documento, y como seguro eso de los años acá no se lleva con mucho rigor, el dato de los 1.200 fácilmente podría ser un mito. Sin embargo, todo indio y sin importar raza, credo o estrato, porta entre sus útiles una cuchilla para solucionar lo que depare este país de aventura continua.
La lista se complementa con hilo, siempre y cuando no sea de buena calidad para que toque darle muchas vueltas, una bolsa plástica, preferiblemente con un hueco discreto pero contundente, y no menos de 200 diminutas esquinas de papel mal recortadas con información de vital importancia.
Volviendo a McGyver, ¿único? Acá se morirían de la risa de lo poco ingenioso. ¿Para qué cargar esa navajota? Me atrevo a asegurar que acá jamás gozó de rating, y si lo hizo, fue en calidad de programa didáctico, a manera de Profesor Yarumo. Mejor aún, como Julito, pero no Sánchez, sino el torpe campesino al que una de cada tres palabras que le dirigía el profesor que intentaba educarlo era un simple y llano "bruto" (¿tiene alguien una muestra de tal atropello contra el campesinado colombiano para montar en YouTube?).
En todo caso, lo siento mucho querida madre, McGyver es un indio, por donde se le mire.
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