Loading...

Conversaciones con el elemental






Anoche tuve la oportunidad de participar en una ceremonia de yagé por primera vez en mi vida. Siempre había tenido algo de resistencia a ingerir sustancias alucinógenas, pero últimamente he tenido una suerte de despertar alquimista, o delirio frustrado, como dicen algunos amigos, que temen por lo que pueda hacer con mi vida. Había tenido ciertas invitaciones a participar en ceremonias de yagé de características variadas, pero por un motivo u otro les había hecho el quite. Uno de los puntos disuasivos era el aspecto escatológico, de pereza, y algo de miedo por el viaje. Solo una vez había tenido contacto con esta bejuco, en el Guaviare, cuando en un encuentro de saberes para hablar sobre malaria con los jiw, algunos de los participantes, los seres místicos, empezaron a mascarlo mientras inhalaban yopo.


Ayer, sin embargo, me entregué y tuve una experiencia cósmica, incluído un encuentro cercano con el centro de la galaxia, y seres que habitan esos planos cuya comunicación conmigo consistió en la mutua percepción de la existencia. Todo gracias a la confluencia de mi apertura nueva hacia este tipo de experiencias, la facilidad de que ocurría a pocas cuadras de la casa, en compañía de Mariana, mi tío Mauricio, el economista místico (ambos vírgenes en el campo de la chumasqueada al igual que yo), y en el hogar de Susana y Leo (quien era además el asistente y aprendiz del Taita que oficiaba).


Algo que llamó mi atención, fue la llegada de los participantes. Los maestros de ceremonia, Israel y Rosita, estaban ya en la casa cuando llegamos, junto con Leo, y algunos adeptos ya instalados. Uno de ellos, muy colorido y charlador, ávido de interactuar con todos los presentes. De cada persona intentaba adivinar si era un yagesero experimentado, fallando graciosamente en sus predicciones. De mí, por ejemplo, dijo que tenía pinta de total adepto, cosa que no supe si tomar como un cumplido, pues asistí en los pantalones que he usado por pijama durante el pasado mes, en viajes por el eje cafetero. Era un hombre grande y con varios kilos de sobra mas no obeso, con la silueta de Baloo. Llevaba todo cuanto juguete puede llevar alguien para una toma, y de cada uno contaba la historia (a veces repetidamente), pero siempre con mucha gracia. Era casi como ver un niño pequeño que enseña su caja de juguetes a nuevos amigos, o una bolsa de colombinas. Muchos de los artefactos eran alhajas de toda índole, y prácticamente todas estaban enredadas, con lo cual él dedicó sus grandes manos a deshacer los nudos.


- No le tengan miedo -nos decía, por ser nuevos en el asunto. Sus intentos, por supuesto, tenían el efecto contrario sobre nosotros, que hacíamos lo posible para pensar en algo diferente -no, eso es fácil, tranquilo, uno tienen que estar relajado. Es una medicina espiritual, ¿ustedes son espirituales?


De alguna manera todo el grupo tenía actitud de estar en una especie de terminal, pendientes de un viaje. La sala de espera, donde llegaría una goleta por nosotros, se llenaba poco a poco. Cada cual con su mochila, su equipaje, sus amuletos, y todo adminículo que facilita un tránsito. Así como los pasajeros de un aeropuerto llevan el cuello ergonómico, los transeúntes del yagé llegaron con colchonetas, cobijas, mochilas y maletas llenas de gallos. 


Pasados unos momentos, más bien largos y mediados altamente por el nerviosismo y la ansiedad, hubo una charla con detalles, con alguna semejanza a la advertencia de seguridad de los aviones que hacen las azafatas. Información muy importante, que todos esperan acabe pronto para despegar. 


Luego, para mi sorpresa, un Padre Nuestro y un Ave María, y un shot de chicha de bejuco. 


Y a esperar. 


Yo me quedé meditando, más por intentar respirar de una manera calmada que por otra cosa. Me resistí a vomitar y cagar por mucho tiempo, mientras el sonido ambiental era una cacofonía de sonidos corporales. Una media hora más tarde, aunque no tenía una idea muy acertada sobre el paso del tiempo, decidí ir a vomitar y defecar para estar más cómodo. Abrí los ojos, y fue evidente que estaba ya bajo los efectos de la planta. 


Tanto vómito como diarrea fueron menos problemáticos de lo esperado, y fluyeron casi a voluntad. Disfruté de una levemente alterada percepción de la realidad y de mi ser, no muy distante a lo que había experimentado bajo el efecto de otros alucinógenos, como la psilosibina, el LSD y el muscimol. Los colores y las plantas parecían en un plano diferente, como si nunca hubiese visto todo lo que está allí, justo en frente, casi como una ventana que baja por la madriguera, como un portal que se posa sobre la realidad para mostrarla un poco distorcionada. El sonido de la música era particularmente placentero. 


Luego vino otro trago del ungüento, seguido inmediatamente por vómito abundante. Ello me llevó a beber una tercera porción, según mis cálculos 30 minutos después de la segunda, aunque puedo estar totalmente equivocado. 


Lo que siguió fue una experiencia cósmica que no cabe en las palabras. Un desdoblamiento absoluto (porque claramente no era una visión, o un sueño), en el cual se desvaneció todo lo que me rodeaba. Estaba yo en un paisaje cósmico, de una manera similar al viaje de peyote de Homero Simpson con un ají muy picante.


Más vómito y diarrea.


Segundos más tarde fui al centro del universo, donde tuve un diálogo silencioso con el ser que constituye todo el universo, una figura mecánica llena de componentes geométricos que enfocó su atención en mí, y nos percibimos mutuamente. 


Luego un ser se posó a mi lado. Un ser cósmico, igualmente geométrico, como dibujado por Kandisnky. Nos percibimos. 


Me habían dicho que era muy buena idea tener un propósito para el Yagé. Yo, por el estado en el que estoy, pedí al universo que me guiara, que me diera una pista de qué hacer con mi vida. El universo me dijo: escribe. 



Nota posterior:


Después hablé con los demás participantes, y supe que había tantas experiencias como personas, que ninguna era comparable con la otra. 

Ahora llevo cuatro días en recuperación. Siento como si hubiera corrido una maratón, o como si tuviera jetlag. Y, después de todo, algún debe dejar en el cuerpo ir tan rápido hasta el centro del universo. 



Chucho el pelícano 4627888636547685449

Post a Comment

Home item

Featured Post

Duelos Sin Fronteras

  Desprevenidamente contesté el teléfono ante un número desconocido. - Buenas tardes, ¿hablo con el señor Alejandro? - ¿para qué lo necesita...

Popular Posts

Click to read Read more View all said: Related posts Default Comments Menu