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AI y apocalipsis zombie

Analítica de datos para un mundo en llamas


Cada época tiene su profeta del fin del mundo, y quizás me ha tocado ser uno de ellos, honor que acepto con entusiasmo y humildad. John Muir, Aldo Leopold, Rachel Carson, James Lovelock, Ibn Jaldún y el gran Diógenes; no soy digno, pero en tiempos de covid, donde la idiotez y los dashboards inútiles parecen pandemia, estas líneas tendrán que bastar para honrar su legado.


Vivimos una confluencia histórica de fuerzas que prometen cambiar tanto el mundo que habitamos, que ni las mentes más audaces pueden imaginar cómo será en unas décadas. Estamos ad portas de vivir el equivalente a cinco revoluciones industriales simultáneas: bioinformática y manipulación genética, alimentaria, salud y medicamentos, informática y financiera. Al mismo tiempo, el sistema planetario compuesto por la biósfera actual —la mayoría de especies de plantas y animales que conocemos— ha permanecido relativamente estable durante los últimos 60 millones de años, pero estamos a punto de provocar uno de los eventos más significativos de la historia geológica del planeta. El mundo que conocemos, moldeado por mamíferos y aves tras la extinción de los dinosaurios, está a punto de desaparecer. ¿Qué sigue? Nadie lo sabe.


Una de las grandes preguntas abiertas en las ciencias de la Tierra, que ni los supercomputadores de la NASA han podido responder, es cómo el planeta hace la transición de tener una clara división climática marcada por latitudes, a convertirse en un mundo homogéneamente tropical —con palmeras y lagartos en el Ártico— como en el Eoceno, periodo en el cual la concentración de carbono atmosférico era comparable a la que estamos generando con nuestros gases de efecto invernadero. Evidentemente, no es el único instante de cambio climático global, pero es el que nos está tocando vivir, y vaya que lo estamos acelerando.


El mundo en llamas y nosotros con abanicos


La Amazonía, el pulmón (y quizás también hígado, corazón y riñón) del mundo, ha estado en llamas. En Brasil, áreas del tamaño de Italia entera se chamuscan como masmelos en un campamento scout. Y no es solo Brasil; en Colombia, los departamentos de Guaviare y Caquetá (fronteras de deforestación ilegal, que había parado por los acuerdos de la Paz total que se desvanece como en el aire como un un sueño al despertar) han sufrido incendios forestales que arrasan con miles de hectáreas de selva. Tolima, principalmente en su piedemonte, arde amenazando una de las despensas alimenticias del país. Mientras tanto, el gobierno, que alguna vez prometió liderar la adaptación al cambio climático, parece estar más enfocado en mantener el statu quo político que en enfrentar la emergencia ambiental. ¿Cómo es eso de que se disminuyó la deforestación si la minería ilegal, incendios forestales, principales causas de cambio antropogénico, aumentan desaforadamente? Quizás algún día podamos conocer la metodología utilizada para estos logros emblemáticos y los programas que causaron tan magno fin el año pasado, o ¿habrá sido un cambio metodológico y conceptual? ¿Quizás el clima? Imagino que controlaron para todas esas variables en la evaluación de impacto de sus programas antes de darse palmadas en la espalda. Acá un link para ver incendios activos (https://firms.modaps.eosdis.nasa.gov/map/#d:7days;@-74.4,3.1,8.4z).


No son solo incendios. El planeta está enviando señales de auxilio en todos los idiomas posibles. Una breve lista de eventos climáticos extremos recientes: Inundaciones catastróficas en Libia, Europa azotada a la vez por olas de temperatura extrema e inundaciones, y los tifones más destructivos de la historia en términos de pérdidas de vida humana y daños. Los efectos sobre infraestructura, cosechas y economía apenas estamos empezando a entenderlos. Además del Amazonas, varios de los ecosistemas estratégicos para mantener el clima planetario dan signos de estar cerca de su colapso: corrientes oceánicas y los bosques tropicales y boreales. 


Es aquí donde entra la analítica de datos. Si no podemos detener este tren desbocado, al menos podemos intentar dirigirlo hacia un destino menos catastrófico. Los avances en big data y modelado predictivo nos permiten anticipar eventos climáticos extremos con mayor precisión que nunca. Pero estos datos no sirven de nada si se quedan en los escritorios de los burócratas, en los artículos científicos que nadie lee, o en dashboards de complejos y costosos equipos de analítica que nadie sabe cómo poner en práctica como política pública accionable.


En investigaciones recientes, se han desarrollado modelos que pueden predecir incendios forestales, inundaciones y sequías con semanas de anticipación. Por ejemplo, utilizando datos satelitales y algoritmos de aprendizaje automático, es posible identificar áreas de alto riesgo en la Amazonía y en las regiones vulnerables de Colombia. Esto no es ciencia ficción. Estos modelos han incrementado la precisión predictiva recientemente, permitiendo intervenciones más efectivas y oportunas.


Estas modestas implementaciones que propongo han analizado patrones climáticos y factores como la humedad del suelo, la temperatura y la actividad humana para crear mapas de riesgo actualizados. Estos mapas podrían ser herramientas vitales para la toma de decisiones en políticas públicas y para alertar a las comunidades locales. Imagina poder movilizar recursos antes de que el desastre golpee, en lugar de lamentarnos después.


Pero para que estos modelos sean efectivos, se necesitan dos cosas: voluntad política y acción ciudadana. Desafortunadamente, la primera parece más esquiva que un político sin promesas. Es aquí donde la sociedad civil debe tomar el timón.


Acá algunas imágenes de un factor de riesgo a incendios en el que llevo trabajando un tiempo actualizados con datos a la fecha (Septiembre 21). El objetivo es hacer análisis que sea operativo en el corto plazo, accionable. En la primera, el detalle sobre la zona de Tolima que tiene una reciente emergencia por incendios forestales (en azul) y el índice de riesgo (escala rojo-verde).





La sociedad civil: el verdadero héroe de esta historia


Como decía Albert Camus en La peste: "Las plagas, en verdad, son una cosa común, pero es difícil creer en ellas cuando caen sobre nuestras cabezas". No podemos esperar sentados a que los líderes nos salven. Debemos ser nosotros, la gente común y corriente, quienes tomemos acción. La última temporada de incendios forestales fue controlada en gran parte por la sociedad civil: personas del común, sin chalecos institucionales ni camionetas con escoltas. Ciudadanos a quienes les duele tanto ver que se incendia el bosque, que viajan en ocasiones hasta municipios vecinos para ayudar, como pueden, a controlar el fuego. Las historias no contadas por la prensa o el gobierno, de héroes locales, comunidades que se agrupan a pesar de pleitos y diferencias históricas, para apagar el fuego que amenaza sus hogares en esfuerzos mancomunados. 


La participación ciudadana es crucial. Si logramos que las comunidades tengan acceso a estos datos y entiendan cómo utilizarlos, podemos crear una red de respuesta efectiva. Vecinos que sepan cómo y cuándo evacuar antes de que llegue la inundación. Agricultores que ajusten sus cultivos anticipando sequías o lluvias torrenciales, talas o quemas controladas antes de que lleguen los fuegos. Organizaciones locales que puedan presionar por políticas más efectivas basadas en evidencia científica. ¿Tendremos que esperar a ver arder los cerros orientales nuevamente en Bogotá antes de empezar actividades como retirar especies pirógenas e invasivas como el eucalipto, pino y rétamo espinoso? Solo con poner de moda hacer pesebres con rétamo, por ejemplo, se podría encausar el poder consumista humano para quitarle gasolina a los fuegos del futuro. 


En literatura, hemos visto ejemplos de cómo la sociedad puede unirse ante la adversidad. Piensa en Los Invisibles de Grant Morrison, donde un grupo heterogéneo de individuos se une para luchar contra fuerzas que amenazan con destruir el mundo. No es tan diferente de nuestra realidad; ni Gustavo Petro, ni la ONU, ni los aliens van a llegar para salvarnos. Está en nuestras manos, la ciudadanía, articularnos para responder. Los datos, sin duda, serán importantes para enfocar los esfuerzos donde más se necesitan.


Carbono en llamas y ríos sin vida


Además de los incendios, estamos viendo cómo los sumideros de carbono, esas esponjas naturales que absorben CO₂, también están en riesgo. Los bosques y océanos están ardiendo no solo en sentido literal, sino también figurado. Las inundaciones y sequías están afectando gravemente la capacidad de estos ecosistemas para mitigar el cambio climático. Los ríos de la cuenca amazónica se están secando a un ritmo alarmante, lo que tiene consecuencias devastadoras para la biodiversidad y las comunidades locales. Según informes recientes, se reporta la muerte de delfines en el Amazonas debido al estrés térmico y la disminución del nivel del agua, un triste reflejo de la salud deteriorada de nuestros ecosistemas acuáticos.


Conclusión: Si no somos nosotros, ¿quién?


En resumen, si seguimos esperando a que las instituciones que nos han fallado una y otra vez hagan algo, el apocalipsis zombi será el menor de nuestros problemas. Es hora de tomar las riendas, utilizar las herramientas que tenemos.


La analítica de datos nos ofrece una oportunidad única para anticipar y mitigar los efectos del cambio climático. Pero la tecnología por sí sola no salvará al mundo. Necesitamos acción colectiva, voluntad para cambiar y, quizás, un poco de esa locura que siempre ha impulsado a los soñadores y a los revolucionarios. Después de todo, como dijo alguna vez el gran Diógenes mientras buscaba un hombre honesto con una linterna en pleno día: "El movimiento se demuestra andando".


Así que, ¿vamos a quedarnos sentados viendo cómo arde el mundo, o vamos a levantarnos y hacer algo al respecto? La elección es nuestra, y el tiempo apremia.




Anexo: Metodología para Evaluar el Riesgo Ambiental de Incendios en Colombia

Comprender y predecir los riesgos de incendios en los ecosistemas es crucial para una gestión efectiva del territorio y los esfuerzos de conservación. Para lograr esto, desarrollamos un Índice de Riesgo Ambiental integral que integra múltiples factores ambientales para evaluar y visualizar el riesgo de incendios en toda Colombia. A continuación, se detalla la metodología detrás de este índice, explicada en términos sencillos.


1. Recolección de Datos Ambientales Esenciales

Para evaluar el riesgo de incendios, primero recopilamos datos de varias fuentes confiables que proporcionan información sobre la salud y el comportamiento de los ecosistemas:


Productividad Primaria Bruta (GPP): Mide la cantidad de dióxido de carbono que las plantas convierten en materia orgánica a través de la fotosíntesis. Una alta GPP indica vegetación exuberante y saludable, que puede servir como combustible para incendios.


Humedad del Suelo: Los niveles de humedad en el suelo son cruciales para entender qué tan fácilmente la vegetación puede secarse y volverse inflamable. Un suelo seco aumenta la probabilidad de que los incendios se propaguen rápidamente.


Temperatura: Las temperaturas elevadas pueden exacerbar las condiciones de incendio al secar más la vegetación y hacerla más susceptible a la ignición.


Densidad Histórica de Incendios: Al analizar las ocurrencias pasadas de incendios, podemos identificar áreas que son más propensas a incendios basándonos en patrones históricos.


2. Procesamiento y Análisis de los Datos

Cada una de estas fuentes de datos fue procesada cuidadosamente para extraer información significativa:


Cálculo de Cambios en el Tiempo: Comparamos datos de periodos diferentes (por ejemplo, 2020 vs. 2024) para identificar cambios significativos en la productividad de la vegetación, la humedad del suelo y la temperatura. Por ejemplo, una disminución en la humedad del suelo o un aumento en la temperatura durante estos años podría indicar un mayor riesgo de incendios.


Evaluación de la Densidad de Incendios: Utilizando datos del satélite VIIRS (Visible Infrared Imaging Radiometer Suite), creamos un mapa que muestra con qué frecuencia han ocurrido incendios en diferentes regiones de Colombia durante la última década. Las áreas con mayor densidad de incendios tienen una mayor tendencia histórica a los incendios, lo cual es un factor crítico en nuestra evaluación de riesgo.


3. Integración de los Factores en un Índice de Riesgo Unificado

Después de procesar las capas de datos individuales, las combinamos para formar un único Índice de Riesgo Ambiental. A continuación, se explica cómo cada factor contribuye:


Productividad de la Vegetación (GPP): Las áreas con alta productividad tienen más vegetación que puede servir como combustible para incendios. Al rastrear los cambios en la GPP, podemos identificar regiones donde el aumento del crecimiento vegetal podría llevar a mayores riesgos de incendios.


Niveles de Humedad del Suelo: Las regiones que muestran una disminución en la humedad del suelo con el tiempo son más vulnerables a la vegetación seca, lo que las convierte en candidatas principales para posibles incendios.


Tendencias de Temperatura: Las temperaturas en aumento pueden crear condiciones propicias para incendios al secar aún más la vegetación y aumentar las posibilidades de ignición.


Patrones Históricos de Incendios: Las áreas con alta frecuencia de incendios pasados tienen un riesgo inherente mayor de futuros incendios. Incorporar la densidad histórica de incendios nos ayuda a comprender y predecir dónde es más probable que ocurran incendios nuevamente.



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