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El misterio del sapo en la bolsa

 Diario de campo -San José del Guaviare, febrero 2






Hoy ha sido sin duda el día más extraordinario de mi vida. Ayer realizaba mi trabajo de campo para los estudios doctorales. Hoy, en cambio, escribo estas líneas antes de ir a la cama, tras ser vinculado a una investigación policial. A eso de las 4 de la mañana llegaron a mi casa dos policías, acompañados de un colega entomólogo llamado Laureano. 


- Queremos pedirle un favor, necesitamos que nos acompañe para una asesoría.

- ¿Una asesoría, a estas horas?

- Sí, doctor -como muchas personas en la región, el término doctorado y estudios de epidemiología conlleva a la errónea interpretación de que soy médico. Hace unas semanas, por ejemplo, en una de las comunidades donde levanto datos, me pidieron que examinara un anciano, que tenía una masa sólida en la barriga.

- ¿Para qué clase de asesoría necesita un antropólogo en la madrugada, señor agente?

- Tranquilo, Elías. -repuso Laureano para calmarme -Sucede que hay un caso donde necesitamos su experiencia para analizar un contexto un poco extraño.


Nada parecía tener sentido, y menos los agentes y Laureano al intentar explicar la situación. Entre más preguntaba menos entendía, hasta que me pidieron que fuera a verlo con mis propios ojos.


El panorama era aterrador a nuestra llegada. Una imagen que los pintores surrealistas con mentes más macabras jamás habrían podido imaginar: una familia entera yacía muerta en su casa. Todos parecían haber muerto mientras desarrollaban alguna actividad trivial, unos comiendo, otros en un sofá viendo televisión, y la madre en la cocina. No había ninguna señal de violencia. Todos los cuerpos tenían hongos de diferentes tamaños, emergiendo por lugares diferentes: algunos por la cabeza, la boca, y en general las cavidades, pero no exclusivamente. Lo más impresionante, sin duda, era el padre, de cuyo pecho emanaba un gran cúmulo de hongos, más largos que cualquier espécimen que yo hubiera visto. 


- ¿Elías ha oído hablar del profesor Schultes? 

- Claro, el etnobotánico de Harvard que hizo estudios de múltiples variedades de plantas tropicales, protagonista del libro El Río -respondí, con la esperanza de que no se hiciera evidente que jamás acabé de leer ese libro. Siempre me había sentido culpable al respecto, como un estudiante que no lee por completo la tarea y espera que no le hagan preguntas sobre el libro. Por algún motivo, sentí que en ese momento me costaría no haber completado la lectura del libro, como si en el último capítulo estuviera la llave para entender la absurda escena que tenía frente a mí.


- Resulta que Schultes tenía, ¿cómo le digo?, un estudiante un poco extraño, por no decir más. -Laureano siempre hablaba en eufemismo sobre aspectos peyorativos de la gente y las situaciones -Cuando estaban recorriendo esta zona, el estudiante conoció una mujer indígena, y nunca se fue. Hay personas que dicen que lo embrujaron con una pócima que hacen. Otros, que tenía problemas con la Ley en su país y tuvo que esconderse en la selva. Y otras personas, dicen que enloqueció paulatinamente con los experimentos de hongos que hacía.


- Y ese estudiante, me imagino...

- ¡Exacto! Es él -dijo, mientras señalaba el cuerpo del sofá frente a la televisión.


Laureano y yo nos conocimos por el trabajo en epidemiología, pues él es el entomólogo de la secretaría de salud y de lejos la persona más dispuesta a colaborar, no solo para mi investigación, sino también para cualquier persona que pueda necesitarlo. Laureano es cristiano de firmes creencias y vive según la Biblia, observando cuidadosamente la palabra del señor en cada una de sus acciones. 


Hace unos días, me enteré de que Laureano es ingeniero forestal, por lo cual decidí hacer una de mis tradicionales avalanchas de preguntas, en particular relacionadas con los hongos alucinógenos. Laureano, siempre con una sonrisa burlona, contestó todas mis preguntas.


- Sigo sin entender por qué estoy acá, y a esta hora. Usted conoce mucho mejor estos temas.

- Mire bien, Elías. Las situaciones son tan extrañas que quisiéramos que usted analice desde una perspectiva fresca lo que sucedió acá. Estamos intentando reconstruir todo lo sucedido. Es importante analizar todo cuanto antes porque los animales están empezando a comerse los hongos, y además, los cuerpos.


Era cierto. Algunos hongos empezaban a tener un aspecto flácido y putrefacto, como si se descompusieran en el aire. Otros, tenían mordiscos de lo que probablemente había sido el ataque de una rata, que alcanzó a devorar buena parte de la cara de la madre.


- ¡Qué cosa más espantosa! -no podía parar de suspirar. Cada vez que pronunciaba atónito la frase, los dos policías y Laureano asentían con cara de tragedia.


Tras observar por horas y horas la escabrosa escena, tan concentrado como lo permite el ser despertado en la madrugada para un análisis de semejante tipo, tuve un pensamiento de esos que iluminan la imaginación, probablemente por causa del sueño.


- ¡Son especies diferentes!

- Efectivamente -dijo Laureano, con su agradable acento del Chocó.

- No puedo identificar las especies, lo siento, no es mi campo.

- No se preocupe, no es eso lo que necesitamos.

- ¿Entonces?

- ¿En qué condiciones puede suceder eso? Que una familia entera muera, cada persona infectada por un hongo diferente...

- ¡Esto fue planeado!

- Efectivamente...

- ¿Cómo puedo ayudar?

- Sucede que todavía tenemos una duda. No sabemos si Yoncol, el del sofá, experto en hongos y atrapado por lo que fuera que lo hacía permanecer en este lugar, fue quien planeó todo esto, o si por el contrario, todos son víctimas de un asesinato.

- Bueno, pero, ¿qué tengo que ver yo ahí? 

- Yoncol tomaba apuntes cuidadosos de todos sus experimentos. Pero lo hacía en lengua indígena. Mire estos cuadernos, ilustraciones, etcétera. Creemos que acá hay una pista, y necesitamos que usted nos ayude a descifrarla.

- ¿Por qué yo? ¿No pueden pedirle a un indígena que lea esto? Yo no hablo esta lengua, sin duda hay muchas personas que pueden ayudar más...

- Todos creen que esto es cosa de brujería, y no quieren acercarse a la casa. Algunas familias se han ido donde parientes que viven en otros lugares.


Así pues, la investigación de mi tesis dio un giro, digamos, poco ortodoxo. Los oficiales de policía me ayudaron a traer todos los documentos de la casa de Yoncol, después de inspeccionar todo el día la brutal escena. 


Nota posterior:

Ahora con el tiempo hago una lectura bastante diferente de estos hechos. La memoria desaparece tan rápido como la posibilidad etnográfica. Lo consagrado en este texto, el día de los hechos, es casi (si no absolutamente) inútil. De haber sabido los acontecimientos siguientes, habría tomado nota de la situación desde una perspectiva mucho menos enfocada en los hechos (que llamaron particularmente mi atención), y habría tomado nota de las personas presentes. La pregunta que permanece abierta, luego de tantos años, es el carácter de la relación que tenía cada uno de los involucrados de la historia, con los hechos. Los hongos, como arma, no representaban el mayor dilema. Por el contrario, la relación de cada persona con el arma, es algo que aún no puedo caracterizar, ni siquiera la mía misma.


Sin embargo, algunas cuestiones sí he podido dilucidar con el tiempo. En primer lugar, el emparentamiento de los agentes, detallado en el diario más adelante, con algunas comunidades indígenas, y específicamente con las mujeres de ese grupo, sugiere que puede ser un crimen pasional. Ahora bien, con arma humeante, el enigma más grande es que no sé de qué lado del arma está cada uno de los personajes relacionados. Como ya he dicho, ni siquiera estoy seguro del lado que yo ocupo en relación con los hongos. Solucionar el dilema, sin duda, está relacionado con recobrar mi libertad en la actualidad.


Chucho el pelícano 2626684946916490039

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