En busca de Sergey Karjakin
https://supercontra.blogspot.com/2006/07/en-busca-de-sergey-karjakin.html
Durante mi estadía en Indonesia tuve que sacar a relucir mis conocimientos de ajedrez, pues era uno de los dos pasatiempos de la gente en la isla. En Los Andes había llegado a la tercera ronda de los torneos que organizaban en medio del aroma de las hamburguesas, ganando dos partidos y perdiendo uno (todos por W). En general, no era que yo fuera bueno sino que la gente en general era tan mala como yo, y podía hacerle partido a casi todos. Jugué de mano a mano con Wanda, el jefe de los guías, Oyo, que trepaba palmeras como quien camina por la acera, y hasta con un ser cuyo nombre no recuerdo, pero que contaba con la actitud de Dumpa, la cara de Higuita, y el tamaño y la capacidad comunicativa de Chewacca. Sin embargo, rápidamente me topé con Selamat, un modesto y dedicado musulmán encargado de la tienda, que había ganado todos los concursos regionales.
Entre más me esforzaba, más fácil me ganaba. Me decía que jugaba como mi abuelita, y que por eso era que perdía: porque pensaba mucho. Yo, obviamente optaba por una estrategia como la de Deep Blue, aquel computador de IBM que derrotó a Kasparov porque analizaba casi la totalidad de las jugadas posibles. Él, en cambio, jugaba de manera espontánea, casi sin pensarlo.
Años después incursioné en el Go, mucho más elemental en su composición pero por ello también mucho más complejo, en el que Dumpa hacía las veces de maestro y de Salamat. Un buen día, en la calmada finca de Cachipay, finalmente pude derootarlo. Tuve que proporcionarle muchos sicoactivos, y seguir las enseñanzas de mi amigo de Sumatra, pero lo importante es que pude no sólo vencerlo sino volverlo añicos. Seguramente jamás volverá a suceder, porque no voy a jugar con él nuevamente.
En la última edición de Scientific American hay un largo reportaje sobre las mentes especializadas. El ajedrez, naturalmente, sirve como caso de estudio porque en otras áreas de especialización no es fácil aislar las variables, y mucho menos medir el éxito. Asocian la experticia con la posibilidad de asociar cualquier estado con patrones de juego, algo así como la experiencia. Estiman los estudiosos (entre quienes se encuentra el famoso Thorndike, contemporáneo de Konrad Lorenz), que en cualquier área del conocimiento se requieren más o menos 10 años para ser experto, que nada tiene que ver con condiciones innatas (incluso casos como los de Bobby Fisher y Mozart), y que (contrario a mi teoría de los umbrales del comportamiento) el saber de un campo no se transfiere a las demás instancias de la vida.
Dumpa, en su finca, tuvo el entrenamiento de su abuelo, experto en cualquier cantidad de juegos, y Selamat, sabrá Alá por qué aprendió a jugar ajedrez. El ukraniano Sergey Karjakin (G.M. a los 12) batió la marca del totalmente desquiciado Bobby Fisher (G.M. a los 15), y seguro en la actualidad hay papás tan intensos que tratan a sus hijos como micos entrenados para los amigos, que harían parecer la historia de Mozart como la de un niño con problemas de aprendizaje.
La pregunta es, en este mundo hiperespecializado (y si Dirk Diggler está en lo cierto), ¿qué es eso para lo que yo me he entrenado en los pasados años y en lo que soy experto?
Entre más me esforzaba, más fácil me ganaba. Me decía que jugaba como mi abuelita, y que por eso era que perdía: porque pensaba mucho. Yo, obviamente optaba por una estrategia como la de Deep Blue, aquel computador de IBM que derrotó a Kasparov porque analizaba casi la totalidad de las jugadas posibles. Él, en cambio, jugaba de manera espontánea, casi sin pensarlo.
Años después incursioné en el Go, mucho más elemental en su composición pero por ello también mucho más complejo, en el que Dumpa hacía las veces de maestro y de Salamat. Un buen día, en la calmada finca de Cachipay, finalmente pude derootarlo. Tuve que proporcionarle muchos sicoactivos, y seguir las enseñanzas de mi amigo de Sumatra, pero lo importante es que pude no sólo vencerlo sino volverlo añicos. Seguramente jamás volverá a suceder, porque no voy a jugar con él nuevamente.
En la última edición de Scientific American hay un largo reportaje sobre las mentes especializadas. El ajedrez, naturalmente, sirve como caso de estudio porque en otras áreas de especialización no es fácil aislar las variables, y mucho menos medir el éxito. Asocian la experticia con la posibilidad de asociar cualquier estado con patrones de juego, algo así como la experiencia. Estiman los estudiosos (entre quienes se encuentra el famoso Thorndike, contemporáneo de Konrad Lorenz), que en cualquier área del conocimiento se requieren más o menos 10 años para ser experto, que nada tiene que ver con condiciones innatas (incluso casos como los de Bobby Fisher y Mozart), y que (contrario a mi teoría de los umbrales del comportamiento) el saber de un campo no se transfiere a las demás instancias de la vida.
Dumpa, en su finca, tuvo el entrenamiento de su abuelo, experto en cualquier cantidad de juegos, y Selamat, sabrá Alá por qué aprendió a jugar ajedrez. El ukraniano Sergey Karjakin (G.M. a los 12) batió la marca del totalmente desquiciado Bobby Fisher (G.M. a los 15), y seguro en la actualidad hay papás tan intensos que tratan a sus hijos como micos entrenados para los amigos, que harían parecer la historia de Mozart como la de un niño con problemas de aprendizaje.
La pregunta es, en este mundo hiperespecializado (y si Dirk Diggler está en lo cierto), ¿qué es eso para lo que yo me he entrenado en los pasados años y en lo que soy experto?
6 comments
Usted para lo único que sirve es para hablar mierda. Lo cual a su vez sirve para salirse con las suyas, lograr vivir bacaneado sin hacer nada realmente productivo, lograr tramar profesores, empleadores, u otro individuo que pueda ayudarle en la tarea de vivir sin trabajar. Pulguita eres un maestro.
Tomaré eso como un cumplido, aunque estoy en desacuerdo. Hablo mierda, claro, pero también hago varias cosas. Lo que pasa es que no me quejo todo el tiempo como hace mucha gente. Ahora, que no trabaje como Spath, bueno, eso sí lo reconozco, pero fue una lección que me quedó del Sureste asiático. Después de estar unos días, me dijo un local, "y usted...¿para qué trabaja tanto si ya hay presidente?", caso que en Colombia funciona perfectamente. (y hasta rima).
un investigador en inteligencia artificial me explicó que la razón por la cual el Go es más difícil que el ajedrez es porque mientras en el ajedrez la estrategia de Deep blue sí sirve mas o menos porque las opciones no son tan gigantescas, en el Go el campo de exploración del computador es casi infinito. Según parece -porque yo no sé jugar bien Go- en ese juego usted siempre piensa el significado de una jugada en un futuro remoto y no tanto en su significado a pocoas jugadas, como Deep blue.
Que hubo SC, muy bueno su último post, yo estoy empezando con el GO, por ahora jugando con un software que descargue pero estoy esperando a mi hermano para comprar un tablero..... pero mucho mejor q su post es la frase anterior: "y usted...¿para qué trabaja tanto si ya hay presidente?"... jajajaja ... como pal messenger!!! .. y como para aplicarla!!
Señor eap,
Estoy en profundo desacuerdo con su amigo. Le recomiendo que ojee el artículo de SA, porque uno de los puntos más importantes que trata, en torno a un famoso jugador cubano autodidacta, es la rapidez de juego. Según la revista (que cita al antillano), la diferencia entre un experto y un amateur no es que el especialista analice más jugadas, sino que siempre elige la mejor opción. En ése orden de ideas, sería posible construir un algoritmo para jugar Go relativamente bien sin que analizara la totalidad de las jugadas posibles. En mí humilde opinión, la diferencia entre los dos, y el gran inconveniente para simular el Go, es la manera como se cuentan los puntos. Lo que dice su amigo del Go es parcialmente cierto, pues si bien al principio hay una infinidad de posibilidades, tal y como dice el matemático de Pi, la película, a medida que el juego avanza las posibilidades disminuyen. Lo que no está muy claro es que haya una estrategia asociada a una manera inequívoca de ganar puntos, cosa que sí ocurre en el ajedrez. En todo caso, como pudo ver el comentario de mi maestro de Go, hablo mucha mierda, así que no le pare muchas bolas a mis explicaciones...
Don Hernán, de acuerdo con usted: sabia frase del Sur Este asiático que nos acompañará a manera de presagio estos años venideros. Cordialmente invitado a los martes de Go (cuando compre tablero, porque no hay pa tanta gente), que esperamos restituir próximamente.
Eso mismo me pregunté yo hace 15 dias, en qué soy experta? la respuesta? en nada y si toman diez años serlo en algo, entonces es probable que a los 38 sea una experta en lo mismo.
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