¡Vivir para contarlo! (i)
https://supercontra.blogspot.com/2006/07/vivir-para-contarlo-i.html
(Este post fue escrito hace muchos años. Desde entonces, la investigación se ha desarraigado gracias a la asquerosa politiquería que tiene lugar en los departamentos de las universidades, y la poca relevancia que tiene en la vida real cualquier esfuerzo de investigación. A pesar de todo, también he logrado conocer personas maravillosas en la academia, pero casi nunca son los investigadores prominentes sino por el contrario las personas que discretamente y sin ínfulas de dioses hacen su trabajo diario.)
Muchos años después, frente al comité de evaluación, el antropólogo Alejandro Feged habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a comer paletas al estadio. El Campín, al igual que los vagones del tranvía, fue nombrado en honor a un distinguido bogotano de principios de siglo. Gran orador y empresario que cumplió un papel de vital importancia para aterrizar en los debates nacionales eso que Alejandro jamás logró entender en clases de economía: la oferta y demanda de dinero. Tampoco entendió nunca por qué el expendio de esas paletas se limitaba al estadio, y tuvo que, a una muy temprana edad, asistir repetidamente a las justas deportivas con el fin de disfrutar tan glorioso bocado. Con el paso del tiempo, las instituciones importantes en fabricación de helados incursionaron en la política del fútbol y se quedaron con el monopolio del comercio en el estadio. Un buen día, Alejandro llegó a un estadio donde vendían las mismas paletas de la tienda de la esquina y no le quedó más remedio que entretenerse con el partido. Como resultado de su afición por las paletas había desarrollado un interés espontáneo por el fútbol, algo de lo que no era consciente y de lo que jamás se habría percatado de no ser por el cambio en proveedores de elementos congelados.
Años más tarde, en una visita fortuita a la universidad de Stanford, Alejandro confrontó un inconveniente similar: después de evadir por mucho tiempo la vida laboral seria tuvo la oportunidad de ver cómo la investigación (eso en lo que se había metido cuando vio lo que le deparaba el mundo asalariado), se había arraigado en él en los ratos de ocio de sus años anteriores. Que, al igual que cualquiera de sus amigos que acababa por enamorarse de una mujer con la que empezaba a salir a sabiendas de que le romperían el corazón, la actividad habría crecido en él y estaría dispuesto a hacerla sin que significara ocio. De hecho, si algo dejaba claro la visita, es que la vida académica no está asociada al ocio en ningún momento, como sí lo está a una vida solitaria y de alto desgaste sicológico. Con eso, por el contrario, no estaba seguro de poder convivir más adelante.
Los tres meses en California le habían supuesto viajes a los más oscuros rincones de sí mismo. Una recapitulación de sus relaciones conyugales fue complementada con una irónica epifanía, al entrar en conflicto con su compañero de apartamento en la distancia, y entender, finalmente, la otra cara de la moneda: Alejandro no expresaba lo que sentía. Su blog, sus mensajes de madrugada después de una fiesta a amores platónicos, las muchas veces que borracho mostraba su peludo y bien formado culo, y sus constantes bromas sobre la imposibilidad de tener relaciones estables no eran más que un grito desesperado por comunicar un sentimiento atragantado.
Con semejante problema ante sus ojos, en el espejo del baño mientras se cepillaba los dientes, decidió emprender una cruzada por salvar su vida. El lugar por el que debe empezar cualquier persona que tenga aspiraciones medianamente serias de escribir. Fue evidente: ¡una autobiografía! Por supuesto, ¿cómo no lo había pensado? Después de empezar 20 proyectos de novelas y de agotar su disco duro con capítulos de ideas jamás acabadas, encontró una historia que jamás llegaría a un punto muerto (salvo, por supuesto, cuando él se muriera). De hecho, en medio de la emoción pensó que afortunadamente se le había ocurrido escribirla antes que cualquier otra cosa: si empezaba ya y con dedicación total, calculaba que apenas tendría tiempo en su vida para terminarla. Decidió iniciar con una breve descomposición de sí mismo para tener la autoridad moral de criticar a todo el que le conociera. ¡Que se tengan todos! -pensó, con la seguridad de que en algún rincón del mundo entre sus conocidos la idea despertaría una risa nerviosa.
Esta es una historia inspirada en la vida real, complementada por la fotonovela del juguete nuevo asociado a esta página.
Muchos años después, frente al comité de evaluación, el antropólogo Alejandro Feged habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a comer paletas al estadio. El Campín, al igual que los vagones del tranvía, fue nombrado en honor a un distinguido bogotano de principios de siglo. Gran orador y empresario que cumplió un papel de vital importancia para aterrizar en los debates nacionales eso que Alejandro jamás logró entender en clases de economía: la oferta y demanda de dinero. Tampoco entendió nunca por qué el expendio de esas paletas se limitaba al estadio, y tuvo que, a una muy temprana edad, asistir repetidamente a las justas deportivas con el fin de disfrutar tan glorioso bocado. Con el paso del tiempo, las instituciones importantes en fabricación de helados incursionaron en la política del fútbol y se quedaron con el monopolio del comercio en el estadio. Un buen día, Alejandro llegó a un estadio donde vendían las mismas paletas de la tienda de la esquina y no le quedó más remedio que entretenerse con el partido. Como resultado de su afición por las paletas había desarrollado un interés espontáneo por el fútbol, algo de lo que no era consciente y de lo que jamás se habría percatado de no ser por el cambio en proveedores de elementos congelados.
Años más tarde, en una visita fortuita a la universidad de Stanford, Alejandro confrontó un inconveniente similar: después de evadir por mucho tiempo la vida laboral seria tuvo la oportunidad de ver cómo la investigación (eso en lo que se había metido cuando vio lo que le deparaba el mundo asalariado), se había arraigado en él en los ratos de ocio de sus años anteriores. Que, al igual que cualquiera de sus amigos que acababa por enamorarse de una mujer con la que empezaba a salir a sabiendas de que le romperían el corazón, la actividad habría crecido en él y estaría dispuesto a hacerla sin que significara ocio. De hecho, si algo dejaba claro la visita, es que la vida académica no está asociada al ocio en ningún momento, como sí lo está a una vida solitaria y de alto desgaste sicológico. Con eso, por el contrario, no estaba seguro de poder convivir más adelante.
Los tres meses en California le habían supuesto viajes a los más oscuros rincones de sí mismo. Una recapitulación de sus relaciones conyugales fue complementada con una irónica epifanía, al entrar en conflicto con su compañero de apartamento en la distancia, y entender, finalmente, la otra cara de la moneda: Alejandro no expresaba lo que sentía. Su blog, sus mensajes de madrugada después de una fiesta a amores platónicos, las muchas veces que borracho mostraba su peludo y bien formado culo, y sus constantes bromas sobre la imposibilidad de tener relaciones estables no eran más que un grito desesperado por comunicar un sentimiento atragantado.
Con semejante problema ante sus ojos, en el espejo del baño mientras se cepillaba los dientes, decidió emprender una cruzada por salvar su vida. El lugar por el que debe empezar cualquier persona que tenga aspiraciones medianamente serias de escribir. Fue evidente: ¡una autobiografía! Por supuesto, ¿cómo no lo había pensado? Después de empezar 20 proyectos de novelas y de agotar su disco duro con capítulos de ideas jamás acabadas, encontró una historia que jamás llegaría a un punto muerto (salvo, por supuesto, cuando él se muriera). De hecho, en medio de la emoción pensó que afortunadamente se le había ocurrido escribirla antes que cualquier otra cosa: si empezaba ya y con dedicación total, calculaba que apenas tendría tiempo en su vida para terminarla. Decidió iniciar con una breve descomposición de sí mismo para tener la autoridad moral de criticar a todo el que le conociera. ¡Que se tengan todos! -pensó, con la seguridad de que en algún rincón del mundo entre sus conocidos la idea despertaría una risa nerviosa.
Esta es una historia inspirada en la vida real, complementada por la fotonovela del juguete nuevo asociado a esta página.
7 comments
La realidad es que no estoy seguro si es o no. Si es el lugar para dejar esto, creo que es un comentario (estoy casi seguro que lo es), y tampoco se si es usted o otro que esta ursurpando su lugar y de paso jodiendome porque usted es uno de los personajes de mi vida en Colombia que recuerdo con mas cariño y casi que saudades como dicen los amigos brasileros.
No se tampoco si le gusta jugar a las adivinanzas -¿le gusta el amigo secreto de chiquito?- o no, pero igual me voy a arriesgar ya que me divirtio mucho tropezarme con su blog.
Le doy pistas de quien soy:
.- Más de una vez lo escuche hablar sobre la teoría "Piscina y Extraterrestres"
.- YO ví cuando el ruso Vladimir lo tropezó y le hizo por el dolor ver en segundos en que iba a terminar el semestre.
.- Asistí más de una vez a su muerte, afortunadamente nunca la real pero si a la ficticia en la casa de Jairo "N64" Nieto.
.- No era de sus mejores amigos, pero siempre le tuve cariño. Y de hecho no me olvido de su Golf viejito en los partidos de Bransa.
.- No soy noruego.
.- Tampoco se jugar al futbol.
.- Una vez "ensanduchado" en mi carro, entre cuatro o cinco personas mas, se acordó de súbito que tenia examen y se tuvo que bajar en medio de la subida para la circunvalar.
Si no ha adivinado aun, o si adivino y quiere tirarme algunas lineas mi correo aqui se lo dejo: mario.santoyo en yahoo.
Abrazos pulga y saludos a Felipe si lo sigue viendo o hablandole, a Dumpa y como no al mismisimo Chopo (no se le ocurra preguntarme como con tanta vuelta de la vida me acuerdo de sobrenombres).
BTW: vivo en buenos aires, asi que si baja a visitar por aca aviseme
aprenda a leer para escribir: no es "habría" sino "había" y eso lo cambia todo
bueno, yo tambien puedo pedir foto entonces?
y no se atreva a poner la que anda por ahi de un dia de halloween
bueno.. ahi van algunos datos para ver si adivinas quien soy... primates, formosa... charlas y algo mas... muy bueno todo lo que escribis!! lo disfruto mucho cada vez que lo leo...
Seguramente no me esforce mucho por dar estas pistas, solo es un intento de acercarme despues de tanto tiempo... saludos
este post me hace reir cuando lo leo ahora, aNos mas tarde. La investigacion se ha DESarraigado!
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